II. El interés por el agrarismo, encuentros con la historiografía norteamericana



Entre las primeras interpretaciones históricas sobre el proceso de Revolución Mexicana destacan las de algunos analistas norteamericanos quienes trataron de explicar el movimiento armado para generar informes periodísticos, recoger testimonios en sus entrevistas y documentar algunos de los acontecimientos relativos a la causa revolucionaria para dar una explicación y difusión en el ámbito internacional. Tal es el caso de los trabajos de John Reed, Insurgent Mexico (1914), John Keneth Turner, Barbarous Mexico (1909) y Samuel Guy Inman, Intervention in Mexico (1919), quienes forman parte de los testimonios y han conservado la memoria del pasado mexicano con un enfoque crítico. En estas primeras interpretaciones conviene puntualizar la participación de Frank Tannenbaum y observar conforme a su horizonte cultural sus interpretaciones sobre la historia de la Revolución mexicana. Porque en un primer momento se identifica como periodista.

Entre 1922-1923, Frank Tannenbaum fue articulista de la revista Century, ello le dio la oportunidad de viajar por diferentes regiones de la Republica Mexicana para conocer los problemas nacionales. En 1924, le cambiaron el nombre a la revista por Survey. Ambas publicaciones las dirigía Thomas Mott Osborne y en ella participaban escritores como John Dewey, Samuel Gompers, Ernest Gruening, Samuel Guy Inmman, entre otros. Los principales temas que trataron fueron la negritud en Estados Unidos, los problemas en Irak, en la Unión Soviética, y la revolución en México. Este último, gracias al corresponsal Tannenbaum quien entrevistó a: Plutarco Elías Calles, Felipe Carrillo Puerto, Manuel Gamio, Pedro Enriquez Ureña, José Vasconcelos, Ramón Negri, Dr. Atl y Diego Rivera, para documentar una serie de artículos enfocados a tratar los asuntos de la revolución: la reforma educativa, los problemas para la estabilidad política, la reforma agraria, las asociaciones agrarias y laborales, las relaciones iglesia y Estado, así como, el renacimiento artístico y la incorporación del indio dentro de la vida nacional.[1]

En su estancia en México como articulista, consultó información estadística, visitó bibliotecas, confrontó sus ideas con los intelectuales y políticos mexicanos. Se relacionó con altos funcionarios del gobierno mexicano como el cónsul de Relaciones Exteriores Manuel Téllez, quien le otorgó un pasaporte para la realización de sus investigaciones: “a las autoridades civiles y militares de toda la República dar facilidades a Frank Tannenbaum, quien recorre el país en viaje de estudio.”[2] Asimismo, le facilitó entrevistar al Gral. Plutarco Elías Calles, y la posibilidad de pasajes gratuitos en el tren, lo que le permitió recorrer el país desde Sonora hasta Yucatán.

Tannenbaum vivió de cerca los conflictos entre Obregón y Adolfo de la Huerta, en su segundo viaje por México a finales de 1923 y 1924. Documentó la rebelión Delahuertista a consecuencia de la cual perdió la vida el gobernador socialista de Yucatán: Felipe Carrillo Puerto. Para ese momento apoyaba las iniciativas de Obregón por lo cual dedicó varios de sus artículos a los logros del régimen. A finales de 1924, Tannenbaum junto con Samuel Gompers como delegados de la AFL (American Federation of Labor) viajaron juntos desde Texas a la ciudad de México para asistir a la toma de posesión de Plutarco Elías Calles, el 30 de noviembre, donde Luis N. Morones les dio un grato recibimiento.

Luis N. Morones líder de la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana) les dio un apoyo sustancial e ideológico a los intelectuales estadounidenses para contrarrestar las tendencias bolcheviques con quienes se le asociaba y legitimar sus acciones corporativistas; por el área institucional Samuel Gompers director de la Panamerican Federation of Labor (desde 1918). Mientras que por el área progresista y anarquista se atrajo a Carleton Beals, Ernest Gruening, John Dewey, Bartram D. Wolf, Catherine Anne Porter, Alma Reed y Frank Tannenabum, como invitados especiales a las reuniones donde se conformaron las propuestas sindicales y la organización de los sectores laborales del país bajo el lema: salud y revolución social, lema anarquista; que identificaba a los activistas-escritores norteamericanos con la visión utópica del establecimiento de este sistema desde las bases del sindicalismo mexicano.

Ernest Gruening asistió como invitado a la ceremonia de toma de protesta del Presidente Calles junto con Frank Tannenbaum a quien conoció de cerca como un joven entusiasta enrolado en los círculos de izquierda norteamericanos. Los dos estuvieron muy interesados en la política obrera de los gobiernos posrevolucionarios.[3] Ernest Gruening (1887-1974) era judío norteamericano, periodista del semanario The Nation, en 1922. Entre 1924 y1927, Gruening recorrió 24 estados de la República y entabló una fraternal amistad con Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, cuando estableció el socialismo en la entidad. En 1928 escribe Mexico and its heritage, obra con la cual se da a conocer como especialista de la política mexicana ya que revisó los archivos del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación y cita extensamente los informes de los agentes de gobernación entre 1921 a 1927; estas facilidades fueron por encargo de Calles quien le propuso escribir para que el público norteamericano tuviera una buena imagen de México como un país que iba en la búsqueda de la modernidad.[4]

Entre esta generación se localiza Carleton Beals (1893-1979) también graduado en la Universidad de Columbia, escritor de múltiples ensayos donde expone sus experiencias personales de sus viajes y recorridos. Las más conocidas de sus obras fueron México: an interpretation (1923), Mexican Maze (1931) y la biografía histórica Porfirio Díaz, Dictator of Mexico (1931), que narran el proceso de la Revolución Mexicana y recalca las políticas imperialistas de los Estados Unidos hacia su país vecino del sur. Tannenbaum lo conoció en su primer viaje entre 1925 y1926, frecuentándolo constantemente para intercambiar opiniones en sus estancias en la Ciudad de México. Carleton Beals fue un comunista, ideólogo, solitario y veía en su compatriota un joven entusiasta, admirador de las expresiones artísticas, literarias, del indigenismo y con quien compartió los ideales de la vida comunitaria.[5]

Los escritos de Beals Carleton, así como los de Stuart Chase, A study of two Americas (1931) fueron tan sensacionalistas que impactaron al público norteamericano dentro de los vaivenes de la Gran Depresión, a tal grado que ayudaron a crear ‘the vogue of things Mexican’ que es el imaginario colectivo de la ‘gran tierra prometida’ como lo eran los ensayos de Edgard A. Ross The Social revolution in Mexico (1923) y Emile Joseph Dillon, Mexico on the Verge (1921).

En 1921, publica su primera obra The Labor movement: Its Conservative Functions and Social Consequences, la cual está dedicada al profesor anarquista Jonh Dewey.[6] En este ensayo se muestran abiertamente las características claves para entender el pensamiento teórico-económico de Tannenbaum, ya que rechaza el liberalismo económico clásico como sistema que debiera regir a la sociedad, concebía a la “dictadura del proletariado” como un proceso histórico por el que se encaminaba el movimiento obrero. Resalta la importancia y la función social de los obreros como baluartes de la comunidad. Además prestó atención en los asuntos educativos: la capacitación, el desarrollo de la autoestima, el civismo y la profesionalización de los obreros como necesarios para crear una mancomunidad cooperativa y una comunidad democrática, entre otros valores.[7] Treinta años después, Tannenbaum escribe A Philosophy of Labor (1951) donde expone una filosofía ajena a los designios del marxismo y del individualismo heredado de la Revolución Francesa, propone incluir por la vía institucional los valores morales en un trato de unidad, seguridad, justicia, libertad y lucha sindical con base en los convenios colectivos, lealtad y cohesión para no llegar a las huelgas generales y/o movimientos descabellados. En estas publicaciones se eleva la importancia del sindicalismo como representación funcional.[8]

En términos generales, a esta generación de intelectuales agraristas del México contemporáneo, a Gruening puede ser considerado liberal, mientras que Tannenbaum, Dewey y Beals como moderados de izquierda; se interesaron en asuntos políticos para apoyar las causas revolucionarias, incluso fueron tachados junto con otros analistas como Robert Haberman y Frederich Leighton como propagandistas del gobierno mexicano y comunistas, siendo vigilados de cerca por el FBI, ya que congeniaban con el liberalismo anarquista y participaban en actividades sociales y políticas con los organismos laboristas, en específico con Luis N. Morones. Para matizar el horizonte cultural del anarquismo pronunciado en esta época, merece la pena mencionar que en Estados Unidos se entiende que el liberalismo como una doctrina profundamente antiestatista, difiere del concepto expresado por los europeos y por ello lo llaman ‘conservador’ ya que subraya las virtudes del laissez-faire. Mientras que el sindicalismo norteamericano de estos años se entendía como:

Antes de los 30, el movimiento sindicalista norteamericano también era, en su mayor parte, antiestatista. La American Federation of Labor (AFL) era sindicalista, creía en mayor unión de los trabajadores, no en mayor poder del Estado, y era antisocialista. Su líder predominante por más de cuarenta años, Samuel Gompers, interrogado cierto día sobre su política, contestó que calculaba ser tres cuartos de anarquista. Y tenía razón. Se equivocaron los europeos y otros que consideraron la AFL encabezada por Gompers como organización conservadora porque se oponía a los socialistas. La AFL fue una organización sumamente militante, que no retrocedió ante la violencia y que declaró un gran número de huelgas. No era conservadora sino, antes bien, un grupo antiestatista militante. Estados Unidos también tuvo un movimiento sindicalista revolucionario, los Industrial Workers of World (IWW). Los IWW, como la AFL, no eran socialistas. Era una asociación explícitamente anarquista o, mejor dicho, anarco-sindicalista.”[9]

Es conveniente rastrear algunas características del pasado de Tannenbaum inserto de igual forma en el anarco-sindicalismo desde sus años de estudiante en la Ferrer Modern School y como líder de los “Wobblies” que eran los trabajadores afiliados al Industrial Workers of the World (IWW), Tannenbaum se interesó en los problemas de laborales, el desempleo y la política impulsada por bajo las demandas específicas de los trabajadores como lo son la reducción de la jornada laboral, incrementos salariales y mejorar las condiciones en el trabajo.[10]

Posterior a su acercamiento con el sindicalismo mexicano, Samuel Gompers de regreso a casa muere el 13 de diciembre de 1924, mientras que Frank Tannenbaum siendo un joven intelectual y político prometedor ingresa en el primer programa de doctorado de la recién inaugurada Facultad de Economía del Brookings Institution, en Washington, D.C. Ahí Tannenbaum desarrolló la tesis sobre México, que después fue publicada en 1929 porque recibió la mención honorífica, la realizó con base en la documentación proporcionada por la Secretaría de Agricultura y Fomento en específico por Marte R. Gómez –como ya se ha mencionado– con una periodicidad estadística de 1910 a 1928. De manera que el estudio se concentra en su presente inmediato:

Tannenbaum y su generación escribieron cuando todavía flotaban en el aire el olor a pólvora. Durante los años veinte y treinta México aún vivía convulsionado por este gran movimiento social. Sus repercusiones directas aún se sentían en todos los órdenes. Poderosas y aguerridas ligas campesinas demandaban el reparto de las tierras, los sindicatos obreros se formaban con una intensidad febril, al tiempo que organizaciones de izquierda, especialmente el Partido Comunista, pasaban a ocupar un puesto central en el escenario político. Un buen número de mexicanos, funcionarios, líderes y personas comunes y corrientes de todas las capas sociales creían que el país podía iniciar con relativa libertad la construcción de un futuro más justo y mejor.[11]


Tannenbaum se inclinó por los asuntos económicos muy en boga por los años treinta del siglo XX, así como en el fenómeno que representaban los temas mexicanos en Estados Unidos. Como estudiante doctoral participó en la escuela de verano en la Universidad Nacional tomando los cursos para estudiantes extranjeros, junto con John Dewey; ambos se integraron a las expediciones del etnólogo Miguel Othón de Mendizábal en sus recorridos hasta Guatemala, abarcando toda la región de sureste.[12] Con la iniciativa de entender las características culturales, las tradiciones y la mitología que rodeaban los testimonios de los viajeros, propagandistas e intelectuales que llenaron la sagacidad por penetrar en la intriga del indio –el diferente, visto desde la otredad– para admirar sus diferencias. Durante el viaje al sureste mexicano, entabló amistad con Moisés Sáenz y Miguel Othón de Mendizábal, a quienes, años después, les dedicó la obra México: The Struggle for Peace and Bread (1950).

En resumen, la corriente mexicanista de la década de 1920 dio sus propias interpretaciones acerca de los sucesos de la Revolución Mexicana algunos como remembranzas y anécdotas de sus viajes; otros  mostraron interés personal para documentar como los análisis académicos o periodísticos pero siempre con la incertidumbre con las que se vivía en aquellos años revolucionarios. Tomaron posición y dieron testimonio del régimen político, las características de la propiedad agraria y la situación sociocultural del México posrevolucionario. Para autores como Frank Tannenbaum, Carleton Beals y Ernest Gruening, considerados parte de la primera corriente de analistas que estudian la propiedad de la tierra durante la transición del porfiriato y la revolución, se enfocan en la situación agraria, en el movimiento popular, destacan la desigualdad económica en general, describen la dicotomía entre el campo y la ciudad, en las haciendas y en pueblos libres, entre otras similitudes que como periodistas intentaron documentar. A su vez, procuraron captar los movimientos de los líderes y mantener un constante acercamiento con dirigentes políticos, intelectuales y élites en diversos círculos sociales para nutrir de información valiosa sus artículos e investigaciones.

Otra semejanza en su composición escrita es una atención a las propuestas radicales y liberales de Norteamérica atraídos por las vertientes comunistas, sindicales y anarquistas de la época, quedaron maravillados por la riqueza cultural que enraíza nuestra nación, lo que les hizo viajar por diversas regiones. Como vivieron los cambios revolucionarios y se acercaron a los protagonistas, como dieron muestra de sus acciones y de los cambios políticos, económicos, sociales y culturales dejaron testimonios trascendentales para la historiografía actual. De ahí la importancia de observar sus trabajos de cerca y conocer las interpretaciones  que de su peculiar mirada se desprende.[13]

Una segunda generación vino a México con la necesidad de dar continuidad a los trabajos expuestos, de manera académica, patrocinados por la fundación Guggenheim Memorial que estableció un sistema de intercambio para becar a investigadores sobresalientes, ciudadanos y residentes permanentes norteamericanos en América Latina y el Caribe. Entre los beneficiarios con esta colaboración surgieron los trabajos del historiador Lesley Byrd Simpson (1891-1984) quien desde sus estudios sobre la encomienda en la Nueva España se graduó en la Universidad de California, Berkeley. En su famosa obra Many Mexico, (1941) presenta una visión panorámica de la historia de México, escrita para introducir a los viajeros y estudiantes en ‘el paisaje cultural’ de México, el cual se divide en la época novohispana –a la cual le da mayor peso–, siglo XIX y Revolución. En cuanto a la traducción al español en 1977 fue corregida y aumentada la obra en lo concerniente a los últimos capítulos: El neodespotismo ilustrado: política y economía donde entabla un diálogo con Tannenbaum con relación a la obra de 1950 llegando a la conclusión que en México durante la Segunda Guerra Mundial se observó un período de crisis por haber abandonado la base democrática sobre la que se había levantado la revolución.[14]

Por otro lado, observamos los trabajos de Eyler N. Simpson, El Ejido: Mexico’s way Out (1937) quien forma parte de esta segunda generación de estudiosos de la revolución agraria y que se interesaron en profundizar la historia reciente de México por la vía académica a través del patrocinio del Institute of Current World Affairs.[15] En esta obra resalta Simpson la corrupción y la interferencia de los caciques, hacendados y gobernadores en las elecciones municipales y estatales, ello en evidencia los constantes fraudes en las elecciones populares y la carencia de una democracia genuina. Su trabajo es esencialmente estadístico, abarca su periodización desde las leyes de Reforma, habla de los problemas con la escasez de agua, los culturales, la diversidad racial, la educación, los créditos, el colectivismo y concluye con la crisis de la reforma agraria y los caciques como las dificultades políticas.[16] Finalmente encontramos el trabajo de Nathan L. Whetten, Rural México (1948) que es un ensayo de los latifundios y la distribución de la tierra en México la cual consideraba que era “fundamentalmente una civilización rural, con una gran mayoría de sus habitantes viviendo en pequeñas comunidades y ganándose el sustento de la agricultura”[17] observa cuatro vertientes fundamentales que son el factor geográfico, el factor humano y las instituciones agrarias como: la propiedad comunal, las haciendas, la pequeña propiedad y el sistema ejidal; y las instituciones sociales: escuela, iglesia, formas de gobierno y movimiento sinarquista; con los efectos anterior y posterior al movimiento armado de 1910.

En síntesis durante la década de 1os veinte y treinta la historiografía norteamericana se interesó en abarcar temas mexicanos con la necesidad de dar comprensión a los hechos ocurridos durante el período reciente de la Revolución mexicana. Los periodistas por un lado, compilaron información valiosa en sus entrevistas, rastrearon documentación y presentaron las anécdotas de sus viajes, en general como un país radical. Las reformas emprendidas por los gobiernos de Obregón y Calles impulsaron la efervescencia de algunos ideólogos por conocer de cerca los cambios en las estructuras sociales, políticas y económicas producto de la Revolución, este ánimo entusiasta se verifica en los primeros escritos y artículos de Frank Tannenbaum así como la de sus compatriotas, que observaron el esfuerzo por transformar a la sociedad mexicana en sus valores, estética y psicología positivamente, ayudaron con ello, a cambiar la imagen que se tenía en Estados Unidos sobre los revolucionarios, a quienes igualaban como bandidos o demagogos.[18] Esta discriminación y prejuicios que se tenía sobre México fueron a su vez absorbidos por las tendencias fatalistas del sistema capitalista producto de la Gran Depresión,  porque por el área académica imperó el relativismo, y una vez que fue fundado el ‘Nuevo Trato’ se exaltaron las potencialidades del hemisferio y la multiculturalidad, lo que les permitió desechar las tendencias del eugenismo y etnocentrismo de las bases culturales.

Por su parte la segunda generación a la que perteneció Tannenbaum, se localizó a ensayistas y estudiosos de la historia, la cultura y la sociedad mexicana posrevolucionaria, a diferencia de la primera su labor fue por la vía académica, y de igual forma, consistió en acercarse a los intelectuales, la clase política y a los formadores de opinión para ejercer por esta forma análisis científicos y detallados de los problemas que aquejaron a la vida política nacional. La influencia de la publicación Peace by Revolution: An interpretation of México, es una descripción idealizada como la novela del contemporáneo D.H. Lawrence La Serpiente emplumada, que exalta las metas de la revolución mexicana y los ideales del México que le toco vivir. Tannenbaum a su vez es emblemático porque simboliza “el entusiasmo con quienes muchos intelectuales judíos, desde la visión de Estados Unidos, siguió los eventos de México. En el ejido ellos tendieron a fundar un ‘Nuevo Mundo Indiano’ como una réplica de los Kibbutz. Algunos de ello (los judíos norteamericanos) tal vez no aceptaban del todo esta teoría, asociada desde los tiempos de la Conquista española, que el Nuevo Mundo Indiano provenía de los descendientes de la Tribus perdidas de Israel.”[19] Aunque particularmente la literatura de Tannenbaum refiere asuntos de la raza indígena y exaltar la conformación de los ejidos, la dinámica social, cultural y política llenan el contenido de la obra escrita más que para la academia, como una producción de divulgación y con miras a ingresar a la intelectualidad americana llegando a conformarse como pensadores, líder de opinión y hombre de letras.

Frank Tannenbaum fue reflejo de su tiempo, vivió los años revolucionarios como observador de la panorámica nacional, conoció a varios dirigentes durante la Presidencia de Álvaro Obregón y Plutarco E. Calles y estableció una estrecha amistad con Lázaro Cárdenas cuando Josephus Daniels, embajador de Estados Unidos, mostraron el interés de basar las relaciones a través del ‘Nuevo trato o New Deal’. No obstante tomó la posición académica y al introducir sus ensayos en la comunidad de interpretación norteamericana fueron llamativos sus títulos y fue visto con interés por la academia norteamericana, en la cual es muy citado. La recepción de sus textos en México, hubo una variedad de prejuicios frente a su visión de extranjero. El estilo de Tannenbaum se define polémico frente a las definiciones de identidad y otredad, y crítico, tanto de la política interna, como ante las posiciones liberales de ciertos gobiernos norteamericanos y los tratados multilaterales. Sus recursos narrativos se encaminan como periodista de formación (Survey, 1922-1923) hacer uso de las anécdotas, opiniones subjetivas y personales para dar continuidad al desarrollo de sus tesis. Sin dudar de su trabajo científico, por que recurre a los cálculos, los cuales no sólo le dan precisión a los ensayos, sino que por su particular interpretación trasciende a la crítica, muestra una perspectiva desde fuera, lo que invita a la objetividad y hacer uso de la metodología empírica, desde la historia económica, para discurrir en generalidades políticas, sociales y filosóficas que son muy debatidas por la recepción mexicana.

2.1 La Revolución agraria una disputa historiográfica

A partir de las primeras obras de Frank Tannenbaum tuvo gran influencia entre los estudiosos de la Revolución mexicana porque su interpretación clasificada de ‘populista’ la concibió como una Revolución social, caracterizada por una sólida participación del sector agrario, un movimiento masivo sin un liderazgo particular. Gran parte del rescate historiográfico se debió a Alan Knight (1988) quien lo clasifica dentro de las primeras interpretaciones como bête naire de los revisionistas actuales quienes disputan sobre la centralidad del movimiento y la inclusión de las clases medias y urbanas en el conflicto.[20]

Si bien, Frank Tannenbaum muestra al movimiento social como anónimo, debido a que ningún partido organizó la lucha, ningún intelectual destacado presidió programas, doctrinas o trazó los objetivos revolucionarios; con esta interpretación establece una de las tesis que constituyen la versión del agrarismo de este proceso armado; en este sentido enfatiza:

La Revolución Mexicana fue anónima. Fue esencialmente del pueblo común. Ningún partido organizado estuvo presente en su nacimiento. Ningún gran intelectual prescribió su programa, formuló su doctrina, delineó sus objetivos. Ningún militar expuso su reputación en su éxito, y en tanto que la Revolución Mexicana facilitó el nacimiento de partidos políticos, éstos permanecieron fuera del conflicto. El programa de la Revolución se sigue escribiendo todavía, se lo ha escrito durante todo el proceso, desde 1910.[21]

En cuanto a la interpretación sobre la Revolución mexicana, Tannenabum ofrece en su obra de 1933 explicaciones y tendencias generales sobre del pensamiento político y social del movimiento armado. Su inclinación por demostrar que en las regiones los mandatos y las nuevas disposiciones del gobierno central no se reflejaban quedando en entredicho la legitimidad con aquella disparidad en la aplicación de un programa agrario definido, nos demostró que la Revolución fue un levantamiento armado fraccionado, focalizado por regiones y con antagonismos diversos en cuanto a ideología, categorías y liderazgos. En su explicación esclarece: “Los intelectuales mexicanos ha contribuido con estudios de carácter especial sobre los problemas de México… [Sin embargo] No existe una doctrina, un programa, un fin definido, una fórmula cristalizada que pueda ser llevada a cabo a toda costa; ni una norma para reformar a la humanidad, ni aún a México. El conjunto ha crecido dividido con remedios, en partes.”[22] En este sentido continúa argumentado sobre la posición regionalista que: “Tan fragmentaria probó ser la Revolución, que su movimiento no afectó al mismo tiempo a todos los estados. Leyes nacionales fueron observadas en unos Estados, y no en otros; e igualmente se proclaman doctrinas revolucionarias solamente a ciertos lugares.”[23]

En su revisión resaltó el movimiento epopéyico encabezado por Francisco I. Madero, como un personaje que pretendía construir un México justo, democrático, nacionalista, pero que el lema acuñado por el mártir de la patria de ‘sufragio efectivo, no reelección’ era –a su parecer– una ideología extranjera y carente de significado para la sociedad mexicana analfabeta e indígena. Sin restar importancia a los cambios acaecidos como movimiento popular que su meta no sólo fue deponer el gobierno dictatorial de Díaz sino también la creación de una justicia social, a partir de:

La liberación de energías y emociones suscitadas por el alzamiento popular que se inició con el derrocamiento del general Díaz ha procedido en diversas direcciones, cambiando profundamente los propósitos sociales y políticos de México. Una sociedad feudal terrateniente, encasillada en sus privilegios, ha sido destruida; la vieja oligarquía política, deshecha, y el poder de la casta militar, reducido. Las gentes del pueblo, lo mismo en el campo que en las ciudades, han sido llamadas a participar en la tarea de ir moldeando su propio destino.[24]

A su vez, Tannenbaum describió la Revolución como espontánea pero genuinamente trasformadora, con la que nació una Constitución y un sistema de partidos, remarca rasgos nacionalistas y antiimperialistas de los gobiernos revolucionarios para derrumbar los privilegios que había acaparado con la oligarquía porfirista para construir una sociedad más justa. No obstante, desde su nacimiento probó ser fragmentaria y que cada grupo peleaba por diversas razones: La Revolución fue conducida por pequeños grupos de indios bajo la dirección de jefes anónimos, Si el jefe tenía éxito, si era astuto y rápido y la suerte estaba de su lado, ganaba muchas escaramuzas y escapaba con vida… pero si el jefe de su grupo era derrotado o muerto la pequeña fracción se disolvía y sus componentes regresaban a sus pueblos natales.”[25] En cuanto al anonimato de los líderes revolucionarios deja como tarea pendiente a la historiografía contemporánea rastrear sus  posturas y alcances, porque bajo esta interpretación queda en el aire, ambigua y en términos generales, como opinión personal. En efecto, la propuesta metodológica del ensayo se basa en la historia social, lo que amplía los rasgos para inferir la participación de los campesinos en la lucha armada como característica esencial e identifica el concepto de paz como el hilo conductor de sus argumentaciones, en cuanto que lo encuentra como una constante en la historia de México:

Durante un siglo ha existido en México un conflicto entre el ideal y la realidad. La realidad representó la anarquía, y el ideal, la paz. La realidad fue servidumbre y el idea, libertad. La realidad fue pequeña autoridad militar, y el ideal, democracia política… Hasta el presente período, y en un sentido más amplio, hasta el presente, la paz de México, cuando ha existido, ha sido llevada a cabo por la sumisión, lealtad o amistad de aquellos líderes interiores en su esfera especial. La paz se ha llevado a cabo concediendo al pequeño cacique amplios poderes dentro de su provincia; ha sido comprada su lealtad permitiéndole el proteger a sus amigos, a su familia y a sus padrinos. La democracia, en el sentido de iniciativa individual y de la acción, no ha existido, ni en las grandes ciudades, ni tampoco en los pequeños pueblos y haciendas… ¿Cuál es la más insistente necesidad de México? ¡Paz! Paz interna, sentimiento de estabilidad, de permanencia, de seguridad, esta es la necesidad apremiante de México. No en toda su historia ha gozado México de paz.[26]

Este matiz que Tannenabum le confiere a la paz se traduce como conclusión de sus múltiples reflexiones, análisis, viajes y conocimiento de la realidad social que se vivía durante la Revolución; el autor verifica un ambiente cultural carente de una ideología específica pero con un pensamiento claro –definido por su nacionalismo y el sentimiento de conciliación y tranquilidad social– se mantenía como un resentimiento histórico visible desde la otredad. Entre 1929 y 1933 fechas en las que se editan sus primeros ensayos fueron cruciales para delimitar en México el principio dominante del nacionalismo. El antagonismo de ello fue Tannenbaum, porque desde su átala como extranjero, desviste el traje revolucionario y deja entrever la fragilidad del mexicano desde sus raíces, esto es: su necesidad de paz.

En cuanto a la posición de Tannenbaum sobre el Porfiriato quedó definida como una época de paz con altos costos sociales, añadía: “Correspondió a Díaz la tarea de consolidar la nación mexicana. La tiranía centralista contra la cual había de reñirse la Revolución de 1910, fue una creación de los años 1876-1910. Los logros obtenidos fueron muy notables, pero el costo resultó excesivamente elevado.”[27] El centralismo, la falta de legalidad, los ideales de orden y progreso fueron los rasgos característicos del período, pero como enfatiza claramente el autor, una gran parte de la tierra pasó a manos extranjeras, así como toda la minería, la industria, petróleo y el comercio. El régimen dictatorial como proceso histórico en la interpretación de Tannenbaum queda resumido frente a la querella de la Revolución, porque al verse enfocado por la evidencia empírica durante la posrevolución, cuando llega a México, sus efectos cambian notablemente, ya que su análisis se limitó a manifestar los rasgos generales del porfiriato y reproduce una historia oficial del siglo XIX mexicano de manera panorámica, donde resalta las acciones de los grandes héroes nacionales y justifica una lucha constante contra la amenaza de lo extranjero.[28]

Si observamos la historicidad del término de Revolución en la obra México: la lucha por la paz y por el pan, precisamente la periodicidad se amplía quedando delimitada entre 1920 a 1946 como se expone en el capítulo 4, donde Tannenbaum realizó una interpretación histórica sobre la Revolución mexicana a partir de los cambios políticos llegando a su actualidad. Madero inició su movimiento como una rebelión, como candidato a la presidencia promovió las elecciones libres y regulares, lo aclamaba la muchedumbre; sin embargo como matiza: “Lo nuevo era la agitación de las masas, que insistían en hacer de Madero el símbolo de algo que él no representaba en realidad. El pueblo quiso convertirle en ‘apóstol’, a pesar suyo. Madero vendría a simbolizar un anhelo más profundo y no simplemente un cambio de poderes políticos. Esa urgencia era, sin embargo, era indefinida, y acaso inconsciente.”[29] El movimiento rural iniciado por Emiliano Zapata y Francisco Villa fueron los baluartes del imaginario del momento: “Los mexicanos tenían hambre de tierra…”[30] Considera el autor que fue un  argumento que formó parte de todos los discursos pero que careció de una organización particular.

Para Tannenbaum los alcances de la Revolución significaron un movimiento de unidad y nacionalismo que hasta el momento: “México no constituía realmente una nación… Los mexicanos, por decirlo así, se descubrieron a sí mismos, y volvieron sus ojos hacia su propio pueblo. [El nacionalismo conformó parte del movimiento revolucionario, al extranjero se le veía como el conquistador y se idealizó la tradición indiana, por lo que] “Volver a crear una nación mexicana ‘auténtica’ y genuina se convirtió en una especie de ensueño. La nostalgia del pasado invadió la escena.”[31] Este argumento cuadra con la explicación de que los líderes y caudillos revolucionarios eran ‘hombres que salían de la tierra’ tanto Zapata, como, Pancho Villa, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas fueron símbolos de este nacionalismo: “Estos hombres y, como ellos, varios cientos de menor importancia, son simbólicos de alzamiento. El pueblo había surgido de las profundidades para labrar un mundo nuevo y mejor, para él mismo, y al proceder así destruyó las formas visibles de una sociedad por tantos conceptos caduca.”[32]

De tal manera que Frank Tannenbaum reconoce a la revolución como el punto de partida para el establecimiento del México contemporáneo, una vez consolidadas las negociaciones de la nueva Constitución, el programa revolucionario se enfocó a cambiar la estructura social bajo dos entidades específicas: el ejido y los sindicatos. En este sentido expresa el autor: “La Constitución de 1917 proveyó a la Revolución con un programa que podía ponerse en juego para justificar la política oficial y su realización en detalle. Desde ese punto de vista la Revolución es el producto del Congreso Constituyente. La revolución social que desde entonces ha venido desarrollándose recibió, por adelantado, la sanción de la ley.”[33]

Tannenbaum realiza un recuento general de cada una de las acciones políticas del gobierno, desde que Álvaro Obregón tomó el cargo de Presidente de la República hasta Manuel Ávila Camacho, 1920-1946, así como las dificultades que se tuvieron para mantener una paz relativa y conducir el bienestar social que demandaba la Revolución. Finalmente concluye que los propósitos de la Revolución han cambiado y han estropeado los propósitos iniciales. De esta forma, visto desde una mayor perspectiva histórica: “En la medida en que la Revolución mexicana ha fracasado en la tarea de imbuir un sentido de responsabilidad suficiente, en la nueva generación, puede decirse que la ha contaminado con una enfermedad moral que puede determinar su ruina.”[34] Esto lo dice porque en las últimas generaciones la corrupción, la falta de liderazgo y compromiso con la nación fueron parte de las limitantes que los altos funcionarios públicos tuvieron al ejercer funciones propias de su naturaleza política sirviéndose más por sus intereses monetarios; es por ello que el agravio moral era un atentado contra la nación y atribuye un desempeño carente de ética política en este presidencialismo afirma:

Para el criollo y los mestizos urbanizados y semiurbanizados el Presidente es el jefe militar. Su autoridad deriva del ejército, descansa sobre el ejército y sólo puede ser removida por el ejército. El Gobierno significa gobierno militar: siempre es arbitrario, siempre injusto, siempre basado en la fuerza. El Presidente es temido en todo momento, y, por consiguiente, respetado. Si no se le teme no se le respeta y, por tanto, debe ser combatido y derrocado. Si quiere merecer el respeto debe ser fuerte –‘un presidente macho’–, y si lo es se manifiesta irresistible, y es obedecido por miedo o por una especie de automática sumisión a lo inevitable. El valor personal es esencialísimo; todo lo demás faltará al Ejecutivo si existe la más leve sospecha de cobardía personal. Como jefe militar su valor debe ser manifiesto para el mundo entero.[35]

En esta misma tónica describe la situación presidencialista como una problemática del ejercicio gubernamental el cual carece de oposición y todos se alinean a la figura de mando: al gobierno federal y al Presidente. Tannenbaum confiere importancia al sistema político mexicano porque lleva la bandera de revolucionario, no obstante, bajo la perspectiva de la realidad concreta y proyectada hacia el horizonte de expectativas del México revolucionario, no existía en realidad una democracia efectiva.

Tannenabaum desarrolla y describe el programa revolucionario en las dos vertientes: la teoría de la propiedad y la teoría de la clase trabajadora, que es en sí misma la conformación del ejido y los sindicatos, a su vez son las vías por la que se robusteció el Estado dándole legitimidad y poderío. En relación con la teoría de la propiedad que expresa la efectividad del cambio revolucionario y que se traduce en términos legales en el artículo 27 constitucional considera que no es una teoría política nueva, y que además de flexible, proporcionaba al Gobierno un “instrumento legal para moldear la propiedad privada”[36] lo que hizo fue aumentar considerablemente el poder y la responsabilidad del Estado; ello no fue previsto cuando se decretó, incluso argumenta que la ley no fue discutida en los términos generales ni en los particulares, conforme a un patrón de desarrollo establecido o con base en una política social. Advierte a sus conciudadanos norteamericanos en pocas palabras que: ‘No existió, pues, confiscación general’ como lo pensaban, lo que no les quedaba claro eran los preceptos referentes a la propiedad privada, entendida como un bien personal, y no como los mexicanos la entendieron, como un bien público administrado por un particular, en forma de concesión.

En este sentido advierte para ejemplificar el caso del uso de la tierra: “Conforme a esta teoría, como hemos visto ya, la propiedad privada sólo surge cuando el Estado otorga a un individuo un título sobre determinada porción del territorio que pertenece a la nación. Ahora bien, por definición, el Estado no puede enajenar el subsuelo y las aguas territoriales a un particular, salvo mediante concesión sujeta a limitaciones específicas del uso.”[37] Más adelante aclara: “No es socialismo, ni comunismo, ni colectivismo, ni simple propiedad privada. El dominio sobre la propiedad se ha hecho condicional, está sujeto al uso y a los requisitos del interés público, y varía en su forma y en su contenido.”[38] Para ejemplificar utiliza al ejido, el cual es propiedad de los pueblos pero no pueden ser vendidos, hipotecados o sujetos a ningún gravamen, deben ser empleados sólo para labrarse y un titular hacerse cargo del ejido, sino en caso de abandono se revierte al pueblo en calidad expropiatoria.

Tannenabaum explica que en México se optó por establecer un sistema de propiedad semicomunal o semicolectivista que se asemeja a la vieja propiedad corporativa, en lugar de uno de propiedad agrícola de la tierra en términos específicos del capitalismo avanzado. Sin embargo, a la par se mantenían las haciendas y latifundios, en convivencia mutua, a su parecer tan contradictorio, como con todos los rasgos de desigualdad social que con ello se traza:

La gran hacienda ha sido declarada fuera de la ley; la corporación agrícola fue eliminada; el propietario extranjero de tierras agrícolas ha sido expulsado del campo, por lo menos en la ley; el mediano terrateniente es tolerado en los tiempos que corren; el pequeño propietario se acepta bajo el régimen de la ley pero, en la teoría y en la práctica, se halla a la defensiva en aquellos casos en que la población del municipio va creciendo; por último el ejido, semiindividualista o plenamente cooperativo, ha logrado la única sanción segura bajo la presente legislación agraria... En cierto grado tal es el presente esquema del país; y en cierto modo éste es el cambio que en México ha ocurrido. Y digo “en cierto modo” porque los designios aún no están claros. [39]


Con respecto al Artículo 123 declara que además de ser una teoría de la propiedad es una teoría de la clase trabajadora. Con especial crítica Tannenbaum añade que: “El sindicato se ha convertido en un instrumento para refrenar el poderío de la industria privada y convierte al Estado en árbitro de la economía nacional.”[40] La posición del economista fue enfatizar que México es un país agrícola con escasa industria y clase obrera, al conformarse la Constitución de 1917 se realiza una detallada y concienzuda teoría sobre la clase obrera para prever a un futuro la incorporación de una industria nacional que despoje los intereses extranjeros; no obstante, percibe que son numerosos los privilegios otorgados por la ley a los obreros y sus organizaciones sindicales, formado de cierta forma un régimen comanditario que le da cohesión y legitimidad al Gobierno. En términos concretos, Tannenbaum impugna la teoría de la clase trabajadora por el estatismo que de ella se engendra: “El Estado, expresándonos legalmente, creó la clase trabajadora”[41] semánticamente en la Constitución se prevé la división de clases y el Estado está para proteger una clase frente a otra, por lo tanto hay disposiciones especiales para algunos grupos. Ante estas contradicciones, Tannenbaum es consciente del carácter estamentario agrega:

El Gobierno centralizado ha asumido la tarea de dirigir la mayor parte de la economía de la nación. El Presidente se ha convertido en el árbitro de las actividades económicas del pueblo. Las cargas del Gobierno son infinitamente mayores que cuando la Revolución comenzó, y el instrumental político no ha crecido proporcionalmente a esas cargas nuevas. La idea de economía dirigida ha ido apoderándose cada vez más del Gobierno, mientras que el carácter de la maquinaria política sólo ha cambiado muy poco en comparación con las nuevas responsabilidades administrativas.[42]

Por otra parte, manifiesta su desacuerdo con la política económica, haciendo un recuento general desde 1920 con los propósitos de la Revolución concluye que ha fracasado en satisfacer las necesidades económicas básicas que el país necesitaba porque: “La economía mexicana gime bajo la carga de sus pobres recursos naturales y de una población rápidamente creciente, y, aunque las gentes han logrado una libertad mayor y una estimación más alta de sí mismas, su mísero suministro de alimentos, vestido y albergue no ha crecido en forma proporcional.”[43] En este sentido, la interpretación histórica refleja la realidad económica de México, el cual refleja la miseria y pobreza en las zonas rurales, en antagonismo con las ciudades que disfrutan los beneficios de la centralización. Esta contradicción le hace suponer una inadaptación de la sociedad a los cambios industriales, enfatiza: “Faltan las técnicas y costumbres de la industria moderna, y sus millares de colectividades pequeñas y aisladas son de muy escasa densidad y están exclusivamente dispersas para ajustarse a ningún programa de Gobierno.”[44] En conclusión para Tannenbaum la economía de México continuaba siendo parroquial.

Algunos argumentos sobre la crisis del sistema político mexicano y los cuestionamientos sobre la aplicación de la Reforma Agraria corresponden con las posiciones del horizonte cultural que se indagaba a finales del régimen de Manuel Ávila Camacho, a partir de un recuento de las metas surgidas desde la Revolución mexicana. El debate se dio en la comunidad de interpretación adscrita a Cuadernos Americanos como se observará a continuación.

En tanto podemos resaltar la particular interpretación de Tannenbaum con relación a su énfasis por darle el significado histórico al término de paz en sus dos obras, la importancia que le confiere a la revolución y la dicotomía entre la ciudad y el campo como dos ejes irreconciliables. Para Tannenbaum a raíz de su disertación en México: la lucha por la paz y por el pan defiende que se ha concluido con los objetivos de la Revolución y en cierta medida se han fracasado en lo relativo a la justicia social, a la distribución de la riqueza y en cuanto a los principios democráticos quedaban en duda su aplicación y viabilidad dentro de los parámetros institucionales del sistema político mexicano en tanto que no se fortalecieran los partidos de oposición y se atacaran diversos modos de corrupción.

2.2. La Revolución en crisis

Uno de los primeros intelectuales que comienzan a cuestionar la crisis de la Revolución Mexicana fue Jesús Silva Herzog, quien era para estos años el titular de la Dirección de Estudios Financieros (dependía de la Secretaría de Hacienda) donde se ocupaban de organizar la Biblioteca y los Archivos Económicos, asimismo elaboraban investigaciones con relación a leyes impositivas y de carácter hacendario.[45] Silva Herzog analiza el proceso histórico a partir de mostrar los antecedentes del movimiento armado, los gobiernos posrevolucionarios y finalmente, la ascendente de crisis política. Los lineamientos de su exposición se refieren a denunciar la corrupción administrativa en todos los niveles, desde los altos mandos hasta los más bajos, señalaba: “El fenómeno ha ocurrido en momentos excepcionales de confusión ideológica y de desintegración moral; y en estos dos hechos desintegración ideológica y confusión ideológica se halla la explicación del fenómeno que nos ocupa, se encuentran las causas que han motivado la crisis de la Revolución.” [46]

Su posición catastrófica se advierte a raíz de los acontecimientos ocurridos a escala internacional, considera un gran peligro para México el ascenso de Estados Unidos después de la victoria de las potencias aliadas. Los posibles remedios que propone fueron de cierto modo modestos, ya que insinúa una continuidad de las política económicas establecidas desde los gobiernos posrevolucionarios pero atacando la corrupción: “En materia agraria hay que seguir dando tierras a los campesinos, subordinando la política a la técnica agrícola, a la ciencia económica, y teniendo como mira, de manera invariable, lograr que el campesino eleve su capacidad de compra y su cultura, a fin de que pueda de hecho incorporarse a la comunidad nacional.”[47]

Si bien el titulo fue provocador, ha causado revuelo en la prensa y en la comunidad de interpretación por el hecho de exponer la calidad moral de la Revolución mexicana y una amenaza a sus principios con la creciente corrupción de los administrativos, gobernantes y todos aquellos que manifestaban tener poder político. Silva Herzog en su calidad de intelectual y líder moral aprovechó su espacio académico para desde ahí denunciar la putrefacción del sistema político mexicano en la medida que no se atendiera esta carencia de vigilancia, falta de ética y lealtad a los principios que enmarca la Revolución como discurso, de esta forma concluye: “La Revolución Mexicana se halla en crisis, mas es necesario, es apremiante superar esa crisis. Esto sólo puede lograrse siendo leales a la Revolución, a sus principios y a sus impulsos generosos; castigando con decisión y sin miramientos a los prevaricadores, a los logreros del movimiento revolucionario. La Revolución Mexicana ha constituido y consiste en la lucha de un pueblo para elevar las condiciones de vida de todos en todos los ámbitos de la vida.”[48]

Posteriormente, bajo los mismos lineamientos de definir la crisis de la Revolución mexicana, Daniel Cosío Villegas opina de igual forma en la revista Cuadernos Americanos la necesidad de observar una crisis del sistema político mexicano a raíz de la progresiva corrupción. Reflexiona que es un problema lúcido pero nadie habla del asunto. Al respecto declaró: “Los congresos revolucionarios han sido tan serviles como los del porfirismo, con la diferencia de que este régimen era, por definición, rebeldía, independencia. A los ojos de la opinión nacional, sin miramientos de grupos o de clases, nada hay tan despreciable como un diputado o un senador; han llegado a ser la unidad de medida de toda la espesa miseria humana.”[49]

Su crítica se extiende más allá del asunto llegando al problema de raíz. Su visión como historiador y economista proyectaba una visión a largo plazo del problema planteado: ¿Cuáles, por qué y cuándo se agotaron las metas de la Revolución Mexicana? En su convicción “La crisis proviene de que las metas de la Revolución se han agotado, al grado de que el término mismo de revolución carece ya de sentido… Esta yuxtaposición de metas ha hecho aún más confuso el proceso ideológico de la Revolución, pues las tesis nuevas no reemplazaron a las antiguas, sino que coexistieron al menos en forma; y, luego, al lado de tesis realmente fundamentales, aparecieron designios de una magnitud y de una importancia menores.”[50]

Tanto Cosío Villegas como Frank Tannenbaum coinciden en presentar que la Revolución mexicana nunca tuvo un programa claro y definido, pero al contrario con el analista norteamericano sus planteamientos inciden en puntuales características sin ambigüedades, ni divagaciones. En efecto Cosío Villegas enunció: “La reacción contra el régimen político porfirista y su derrocamiento final, fueron la primera meta; dentro de la segunda caen la reforma agraria y el movimiento obrero; en la tercera, el tono nacionalista que tuvo la Revolución al exaltar lo mexicano y recelar de lo extranjero o combatirlo con franqueza.”[51]

Cosío Villegas observa a la Revolución como un movimiento democrático, popular y nacionalista, posiblemente las metas eran superiores a las hechas, es por ello que distingue las expectativas que se tenían en términos económicos con el levantamiento de 1910 para demostrar la hipótesis que los planteamientos eran unos y los realizados se quedaron cortos, se agotaron o no se cumplieron. Con relación a la segunda meta que era la realización de la reforma agraria, enfatiza:

La segunda meta de la Revolución Mexicana fue la de anteponer la condición y el mejoramiento de los más al de los menos, y la de creer que no se conseguirá ese fin sin la iniciativa y el sostén activos de la Revolución hecha ya gobierno. Lo primero no podía tener novedad teórica; pero sí en la realidad histórica de México. Lo segundo tenía una gran novedad teórica, pues la Revolución Mexicana –como la rusa, no se engendró sin relación ideológica alguna con la nuestra– fue el primer gran asalto al bastión del liberalismo, por lo menos en su aspecto de laissez.faire, laissez-passer. No es necesario un esfuerzo mayor para demostrar que esas metas eran certeras.[52]

En efecto desde la Ley del 6 de enero de 1915 que fue el programa agrarista de la Revolución mexicana formulado por Luis Cabrera y consagrado en la Constitución bajo los lineamientos del artículo 3º, constituyó la columna vertebral para la dotación de tierras y la reconstrucción del ejido. La reforma agraria fue bandera de incertidumbre, demagogia y de corrupción porque los gobiernos posrevolucionarios cayeron en constantes criterios contradictorios para la redistribución de las tierras; a través de forcejeos se trató de solucionar dando diversas reformas legales pero llenas de ambigüedades e imprecisiones que sirvieron de margen para que intereses políticos y personales burocratizaran las tramitaciones, que hubiera traslapes de terrenos afectados, dotaciones insuficientes o ilegales, entre otras insuficiencias y errores técnicos. La Confederación Nacional Campesina, por su parte, incidió en esta burocracia formando líderes y clientelismo, lo que incrementó la corrupción en todos los sectores.

La Revolución Mexicana fue en realidad el alzamiento de una clase pobre y numerosa contra una clase rica y reducida… La reforma agraria tomó en buena medida la forma simplista de una mera división o repartimiento de la riqueza grande de los pocos entre la pobreza de muchos. La Revolución hizo después de su triunfo algunos esfuerzos –escasos, débiles y casi necios- para justificar la Reforma Agraria con otras razones: jurídicas, económicas y aún técnico-agrícolas; pero aquella que la hizo arrolladora fue la razón de la más pura prosapia cristiana: la de una patente injusticia social… el problema era de visión e iniciativa, de técnica de consistencia y de honestidad, y en todo la Revolución estuvo muy por de bajo de las exigencias, careció de visión para abarcar el panorama de nuestra agricultura y sacar de ahí un orden estratégico de aplicación de la Reforma Agraria… faltó iniciativa, pues la Revolución despertó muy tarde a la idea de que la Reforma Agraria no era simplemente un partir el latifundio y un dar pedazos a los ejidatarios.[53]

Es por ello que Cosío Villegas planteó con indignación la falta de consistencia y congruencia para realizar un esfuerzo gestionando nuevas iniciativas que saquen al campo del atraso en el que siempre se ha encontrado, proponía realizar investigaciones para mejorar los cultivos, con métodos y adaptación de técnicas innovadoras, que en teoría se hubiera dado la revolución agraria que se necesitaba, sin embargo: “se dieron a los campesinos las tierras, pero no los medios de transformar los productos que de ellas sacaban.”[54] La corrupción y la redistribución agraria fueron de la mano;  el reparto ejidal nació de un imperativo ineludible del pueblo que desde luego fue aprovechado por los caudillos militares y los caciques locales para ejecutar venganzas, hacerse de incondicionales, incrementar su poderío y adquirir con facilidad riqueza mala habida, entre otras arbitrariedades que evaporaron los anhelos agraristas. Esta irritación se observa en el texto de Cosío Villegas al denunciar:

Al sobrevivir la Revolución, la anterior jerarquía desapareció, y ello contribuyó también a la deshonestidad universal…Y no ha sido causa menor de la deshonestidad gubernamental mexicana la enorme y honda inseguridad en que viven en este país todo hombre y toda mujer, en especial porque a la omnipotencia del Estado se agrega una arbitrariedad que tiene todos los signos de una maldición bíblica… ha sido la deshonestidad de los gobernantes revolucionarios, más que ninguna otra causa, la que ha troncado la vida de la Revolución Mexicana.[55]

Con relación a la corrupción se manifestaba en todos los renglones de la sociedad. La crítica fue certera en el ámbito agrario donde imperaba un escenario insostenible, tanto en la burocracia, como en las regiones por los caciques y caudillos, quienes fueron reflejo de una falta de legalidad, ética e irresponsabilidad, lo que incitó a los abusos e injusticias de los grupos más vulnerables y desprotegidos por el sistema: los campesinos. Con el gobierno de Manuel Ávila Camacho se declaró terminada la repartición de tierras ejidales y con ello, la negación del populismo que incitó Lázaro Cárdenas para el fortalecimiento de la reforma agraria, en cambio se dio un viraje a la derecha, se apoyó a la iniciativa privada y a la pequeña propiedad agrícola.

En general, observamos que las primeras críticas hacia el sistema político mexicano por el área académica se delimitaron por la denuncia a la constante corrupción. Frank Tannenbaum coincidió en el horizonte cultural de estas reflexiones. En efecto, cada cual como representante de corrientes de interpretación política antagónicas, Cosío Villegas a partir de su desplegado rompe lazos con Silva Herzog atacándolo por el manejo de las políticas públicas en su calidad de funcionario de gobierno. Mientras que con Tannenbaum, Cosió Villegas tendrán un acercamiento académico un tanto por la recepción de su obra, como por la asistencia al Seminario de Historia de América Latina en la Universidad de Columbia. En esta réplica, Cosío Villegas coincide con el autor de la México: la lucha por la paz y por el pan, en cuanto a las dificultades que se presentaban en el país para generar una progresiva industrialización, en específico que México nunca llegaría a ser un país altamente desarrollado, sino medianamente industrializado, y en mayor medida, continuaría siendo un país agrario, ante esta situación resalta:

¿Tiene razón Tannenbaum cuando afirma que México no puede ser grande industrialmente? En mí no ha cabido duda: hace ya una docena de  años (es verdad que bajo la influencia de mi gran maestro Gonzalo Robles, hoy, por desgracia, también muy cargado hacia el industrialismo), escribí un ensayo en que, usando los mismos argumentos de Tannenbaum, llegaba a la conclusión de que México no sobresaldría económicamente en nada, y que debía fincar su vida en una economía modesta y equilibrada, en un tercio agrícola, en un tercio minera y en otro tercio industrial. Y cuando otro investigador norteamericanos, Simpson, publicó su libro The Ejido, Mexico’s Way Out, sostuve una tesis semejante: el ejido no era ni podía se la salida, es decir, la salida única de México; al contrario, debía buscarla múltiple, triple, por lo menos.[56]

El lazo intertextual con el Ing. Gonzalo Robles (1889-1968) nos acerca a las panorámicas generacionales donde la discusión incidía por los motivos de la mejor forma de industrialización. En este sentido Gonzalo Robles, quien fue Director del Banco de México hasta 1935 y encargado de conformar la Comisión de investigaciones Industriales, promovió el intercambio de ideas para establecer de esta forma las políticas públicas en materia industrial. Así su aportación categórica fue evaluar los sectores estratégicos, cuantificar los recursos naturales para su posible explotación, las inversiones, productos y proyectos específicos; los análisis de su dependencia elaborados a título personal constituyeron las herramientas y fuentes de gestión de la época, “A Robles sus contemporáneos lo recuerdan como un estudioso saludable inclinado a la consulta y la asesoría.”[57] El acercamiento con Cosío Villegas se refiere a la amistad aunada con la participación en la Junta de Gobierno del Fondo de Cultura Económica cuando se formó el Fideicomiso. Asimismo Cosío Villegas mantiene una interlocución con Antonio Carrillo Flores (1909-1986) doctor en Economía exdirector de Nacional Financiera y Secretario de Hacienda (1952-1958) a quien se dirige para exponerle su pretensión de aspirar a ser el Juárez industrial,  porque como funcionario inclinaba su discurso hacia los lineamientos donde toda la población debiera obtener un bienestar material general por cuanto medio sea posible, y de paso le advierte que: “El gobernante cuyo programa es exclusivamente de progreso material, declara que es tan esencial a la dicha del pueblo, de que mide y refleja tan esplendorosamente la pujanza de la patria, que, para dárselo, principia por pedir orden, trabajo, disciplina, y acaba por exigir acatamiento ciego y servil, la sumisión abyecta de todo el país. Exige más ese gobernante: el reconocimiento de que es obra personal suya todo ese progreso material.”[58] Definitivamente Daniel Cosío Villegas retoma la discusión planteada sobre la crisis la revolución en cuanto a que la corrupción estaba generando no solamente el fracaso de la misma sino que carcomía el sistema político mexicano, de modo que:

Considerar la corrupción administrativa como el mayor fracaso de la Revolución, es justa creencia… los hombres que llegan al poder, no mediante la lucha tenaz que vaya franqueándose el ascenso peldaño  por peldaño, sino por un golpe de azar, tan puro y tan imprevisible como el de la lotería. Lo único seguro es este modo tan raro de llegar al poder es su pérdida, y en el plazo breve y fatal. Entonces, no hay forma de asirse de él, ni esperanza de volverlo a tener; queda tan sólo robar hasta labrarse una fortuna que permita seguir viviendo y tener algún rango social fuera del poder, es decir, adquirir poder económico como sustituto del poder político.[59]

En este sentido observamos una denuncia constantemente de la corrupción política de México por parte de los intelectuales que observan la conformación del Estado posrevolucionario y la fisiología de estructuras clientelistas que van desde el cambio y la permanencia del poder político, hasta las formas de institucionalización para mantener el equilibrio del régimen autoritario, el corporativismo y el caciquismo, que funcionaron como mecanismo para mantener el control político pero llevaron a la crisis de la revolución.

Con una perspectiva histórica de largo alcance y con un real conocimiento de la política nacional les permitió dictaminar el proceso revolucionario, los alcances que se tenían después de treinta años de iniciada la insurrección, e incidir con cuestionamientos que no crecieron en vano. Los críticos nacionales y extranjeros se enrolaron con un espíritu de resentimiento el cual indicaba no sólo remarcar la tendencia hacia la crisis sino de igual forma, una traición a la Revolución, porque a pesar de la legítima lucha, el derramamiento de sangre por un México democrático, libre y próspero se advierte los problemas que se enfrentaron para definir el rumbo y los programas de desarrollo humano y económico. Tannenbaum por su parte indicó que: “Mas a pesar de las pasiones y energía de estos años difíciles, el país es pobre, el funcionamiento político obstruido por el personalismo y la corrupción, cuyos lemas políticos indican un creciente cinismo.”[60]

En este sentido bajo esta argumentación, Pablo González Casanova le cuestiona: “¿pero, aceptando esa suposición, probaría el hecho que lo más profundo de la historia es la violencia sin sentido y la muerte? ¿Probaría que el pueblo mexicano se ha acostumbrado a que todo se haga y se deshaga porque sí, y que por ello se haya vuelto un escéptico de sus posibilidades creadoras –en la moral, en la política, en la cultura, etc.- y por lo tanto un cínico?”[61] Las coincidencias se remarcan al distinguir los alcances sociales que han hecho de la Revolución como causa legítima. Sin embargo, se enfrentaban con la falta de un bienestar material íntegro, lo que desmembró a la clase política en búsqueda de intereses personales. Los escándalos de corrupción llevaron a evidenciar desde la academia una realidad difícil de cubrir, la cual se gestaba de manera institucionalizada, no se tenían los canales legales de prevención, ni juicios políticos, por lo que enmascaraban tanto el tráfico de influencias, como la malogra de los recursos públicos y el caciquismo, que han sido las constantes en la historia política de México.

2.1.1. El Primer Congreso de Historiadores de México y los Estados Unidos

El Primer Congreso de Historiadores de México y los Estados Unidos (Monterrey, 1949) fue promovido por El Instituto Nacional de Antropología e Historia, la American Historical Association y la Academia de Ciencias Históricas de Monterrey y donde participaron como delegados Lewis Hanke, Edmundo O’Gorman, Silvio Zavala, Merle E. Curti, Samuel Eliot Morison y Frank Tannenbaum. Ahí se discutió sobre el problema de la propiedad y el agrarismo. Esto se sabe por la reseña que bajo la visión de Silvio Zavala logro captar bajo los siguientes argumentos:

Puesto que los contactos históricos entre México y los Estados Unidos no se han distinguido siempre por la cordialidad, y como los historiadores reunidos en el Congreso proclamaron abiertamente sus propósitos de respetar la verdad histórica, resultó inevitable que en varias de las sesiones asomaran aspectos espinosos. No de la ocultación de éstos, sino en la manera elevada y discreta de tratarlos, se reveló principalmente el mérito del Congreso. [62]

Silvio Zavala, delegado mexicano y organizador del Encuentro, comenta que las discusiones se enfocaron a los temas económicos, se mostraron las diferencias en el desarrollo y crecimiento entre las dos naciones participantes y la manera en que incidió en el proceso histórico la propiedad de la tierra eclesiástica:

El tema relativo a la economía llevó insensiblemente a la discusión viva y penetrante de imperialismo, que pocas veces habrá sido tratado en una reunión internacional con tanta altura. En tema de la tierra hizo resaltar la diferencia profunda entre desarrollo interno de los Estados Unidos y el de México, llevando al primer plano de la discusión el aspecto de la propiedad eclesiástica que tuvo tanta influencia en el segundo país y tanta poca en el primero.[63]

La conclusión que se puede llegar a partir de este Primer Congreso fue un pequeño acercamiento con las diversas formas de interpretar a la historia frente a la candente polémica del nacionalismo. Asimismo, en cuestiones metodológicas si en Estados Unidos se alejaron tempranamente del historicismo y se acercaron más la visión cientificista del positivismo; los mexicanos procuraron exposiciones más filosóficas y teóricas como en las conferencias magistrales de los profesores Alfonso Reyes titulado: “Mi concepto de Historia”, y Edmundo O’Gorman se refirió a la nacionalidad y Leopoldo Zea a “La historia intelectual de Hispanoamérica”.[64]

El delegado Frank Tannenbaum representaba la posición de la Universidad de Columbia donde dirigía el Centro de Altos Estudios y el Seminario de historia de América Latina, el cual adquirió prestigio por mantener contacto con el Farm Security Bill que era la instancia gubernamental para la creación de subsidios, créditos y políticas agrarias en los Estados Unidos apegados al New Deal, por ser un conocedor de los problemas de América Latina entre ellos el agrarismo, el indigenismo y para estos años caracterizar el ser del mexicano fue el punto de partida para las explicaciones de la academia mexicana.[65] Tannenbaum visto en retrospectiva se proyectó como analista desde la otredad y proporcionó las herramientas de discusión y en consecuencia el debate que enriqueció la revista de Problemas Agrícolas e Industriales de México; por consiguiente, en una tercera y última etapa dentro de la historiografía mexicana se inserta dentro del horizonte cultural de representación de la mexicanidad los cuales analizaremos a detalle a continuación.



[1] En los artículos publicados en The Century Magazine, Helen Delpar comenta que Tannenabum: “His personal interest in Mexico is also shown by his successful campaign to raise funds for the ‘miracle school’ he had visited in 1922. To this end he organized the Friend of México Committee and enlisted the support of such prominent persons as Thomas Mott Osborne, John Dewey, and Samuel Gompers.” Helen Delpar, Frank Tannenbaum. The making of a mexicanist, 1914-1933, pág. 159.
[2] Fideicomiso del Archivo de Plutarco Elías Calles y Fernando Torre Blanca, 5544, gav. 72, exp. 12, leg. 1. foj. 1, México, 1922.
[3] Ernest Gruening, Many battles, the autobiography of Ernest Gruening, New York, 1968.
[4] Tanto Obregón como Calles utilizaron técnicas de hospitalidad para los intelectuales radicales norteamericanos, sobre todo los periodistas con influencia en la opinión pública, como buenos anfitriones les daban buena comida, los paseaban y les una buena referencia, John Britton, Revolution and ideology. Images of the mexican revolution in the United States, The University Press of Kentucky, USA, 1992, capítulo IV.
[5]Beals contempló su tierra de origen desde el exterior, en compañía de escritores y artistas también desafectos. Todos ellos han sido llamados “peregrinos políticos” o “la izquierda lírica”. Como esos estadounidenses que en los años sesenta se unieron al movimiento contra la guerra de Vietnam y los hippies, estos jóvenes disidentes volvieron la cultura de guerra de sus tiempos contra la élite estadounidense. Para algunos de ellos, México fue un refugio y un ejemplo.” Vid. Christopher Neal, “Carlenton Beals, disidente solitario” en: Letras Libres, México, mayo, 2007.
[6] “Griten in a bland, disarming style, the book predicted the dismantling of the existing economic and political order by organied laber and the establishment of ‘industrial goverment’ based on functional groups. The text was preceded out the transgressions of unions yet seemed oblivious to the revolutionary transformations Tannenbaum envisioned” Helen Delpar, “Frank Tannenabum, The making of a mexicanist, 1914-1933” op. cit. pág. 157
[7] Hale, op. cit., pp. 127-164
[8] La filosofía del trabajo es un recuento histórico del movimiento sindical desde sus orígenes gemiales, su propuesta se resume por: “El sindicato es la alternativa real para el estado autoritario. El sindicato es nuestra ‘sociedad moderna’, la única sociedad verdadera, se interesa en el hombre íntegro, y contiene las posibilidades tanto de la libertad como de la seguridad, esenciales para la dignidad humana.  La corporación y el sindicato se fundirán por último en la propiedad común y cesarán de constituir un hogar dividido. Es sólo así que una identidad común podrá una vez más a venir a regir las vidas de los hombres y a dotar a cada cual con derechos y deberes reconocidos por todos” Frank Tannenabum, La filosofía del trabajo, 3 ed. Santiago de Chile, Del Pacífico, 1963,  pág., 179.
[9] Seymour Martin Lipset, El excepcionalismo norteamericano. Una espada de dos filos, México, FCE, 2000,  pág. 43.
[10] A mitad de la década de 1910, Tannenbaum se afilió al Industrial Workers of the World (IWW) donde al cabo de poco tiempo se volvió líder, bajo las demandas específicas de los trabajadores como lo son la reducción de la jornada laboral, incrementos salariales y mejorar las condiciones en el trabajo. Sin embargo, el desempleo fue el problema que más se aquejaban, en el invierno de 1913 y 1914 cientos de desempleados vagaban por las calles en busca de un espacio, al no correr con suerte encontraron apoyo en la IWW. El 1 de marzo de 1914, Tannenbaum, líder del Ejército de Desempleados que era un grupo de 300 desalojados se manifestaron en la Primera Iglesia Presbiteriana demandando comida y refugio, al cabo de algunos días se fueron sumando una serie de manifestaciones en las iglesias donde exhortaban una jornada laboral máxima de 8 horas diarias y un salario mínimo de 3 dólares diarios. Vid, Emma Goldman, Autobiography,  Apud. Joseph Maier and Richard W. Weatherhead, Frank Tannenbaum, a bigraphical essay,  New York, University Seminars, Columbia University, 1974, pág. 5.
[11] Romana Falcón, “El revisionismo revisado” en: Estudios sociológicos, vol. 5, núm. 14, mayo-agosto de 1987, pág. 342.
[12] Miguel Ohón de Mendizabal (1890-1945) historiador marxista, Jefe del Departamento de Etnología del Museo de Arqueología, Etnografía e Historia, profesor de la Escuela de Verano para extranjeros, UNAM.
[13] Eugenia Meyer, Conciencia histórica norteamericana de la Revolución Mexicana de 1910, México, INAH, 1970, pp. 105 y ss.
[14] L.B. Simpson, Muchos México, México, FCE, 1977, cap. El neodespotismo ilustrado, pág. 322.
[15] Institute of Current World Affairs fundado en 1925 por Charles R. Crane constituyó un organismo para ese entonces progresista dedicado a financiar investigaciones sobre los grandes problemas del mundo para luego transformar y modernizar distintas zonas. Vid. E.N. Simpson, Cartas a Walter Rogers,  Textos recobrados, no. 08, Nettle Lee Benson Latin American Collection, 11-22-02, pág. 111, [on line 2008]
www.istor.cide.edu/archivos/num_11/textos%20recobrados.pdf
[16] Eyler N. Simpson, “El ejido: única salida para México” en: Problemas Agrícolas e Industriales de México, vol. 4, no. 4, oct.-dic., 1952.
[17] Nathan L. Whetten, “México Rural” en: Problemas Agrícolas e Industriales de México, vol. 5, no. 2, abr.-jun., 1953, pág. 34
[18] Helen Delpar, The enormous vogue of things Mexican. Cultural relations between the United States and Mexico, 1920-1935, Tuscaloosa and London, USA, The University of Alabama Press, 1992, pág. 24.
[19] Fredrick B. Pike, Op.cit. pág. 190
[20] Alan Knight, “Interpretaciones recientes de la revolución mexicana” en: Secuencia, Revista Americana de Ciencias Sociales, Instituto Mora, núm. 13, 1989.
[21] Tannenbaum, La paz por la revolución, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, (2003) edición facsimilar, pp. 135-136.
[22] Idem., pág. 138.
[23] Idem., pág. 139.
[24] Idem., pág. 148
[25] Tannenbaum, La paz por la revolución, Op.cit., pág. 139-149.
[26] Idem., pp. 106, 115, 131.
[27] Tannenbaum, La lucha…, Op. cit. p. 32
[28] En este sentido, observar el capítulo una Visón rápida de un asunto extenso es un panorama de los grandes episodios de la historia de México, expuestos como: Conquista, Independencia de 1810, Dictadura de Santa Anna, Reforma, Porfiriato y Revolución.
[29] Tannenbaum, La lucha…, Op. cit. pág. 35.
[30] Idem., pág. 36.
[31] Idem., pág. 36.
[32] Idem., pág. 37.
[33] Idem., pág. 41.
[34] Idem., pág. 49.
[35] Idem., pág. 57.
[36] Tannenbaum, La lucha…, Op. cit., pág. 59.
[37] Idem., pág. 63.
[38] Idem., pág. 64.
[39] Todavía en 1940 el Censo registraba 5,069 comunidades de hacienda con una población total de 811,169 habitantes y una población promedia de 160, Vid. Tannenbaum, La lucha… Op. cit.., pág. 81
[40] Idem., pág. 65.
[41] Idem., pág. 67.
[42] Idem., pág. 58.
[43] Idem., pág. 57.
[44] Idem., pág 57

[45] La Dirección de Estudios Financieros la presidió entre 1942 a 1945. Vid. Jesús Silva Herzog, Una vida en la vida de México, Op.cit., pág., 257.
[46] Jesús Silva Herzog, “La Revolución Mexicana en crisis” en: Cuadernos Americanos, 5, año, 2, vol. XI, sep-oct. 1943, pág. 51.
[47] Idem., pág. 54.
[48] Idem., pág. 55.
[49] Daniel Cosío Villegas, “La crisis en México” en: Cuadernos Americanos, vol. 32, no.2, mar-abr., 1947, pág. 37.
[50] Idem., pág., 29.

[51] Idem., pág., 30.
[52] Idem., pág., 31.
[53] Idem., pág. 38-39.
[54] Idem., pág., 40.
[55] Idem., pág. 45.
[56] Daniel Cosío Villegas, “El México de Tannenbaum” en: PIAM, Op.cit., pp. 158-159.
[57] Eduardo Turrent Díaz, Historia del Banco de México, 1940-1946, México, BANXICO, 2000, pág. 347.
[58] Daniel Cosío Villegas, “El México de Tannenbaum” en: PIAM, Op. cit. pág. 154
[59] Idem., pág., 160
[60] Frank Tannenabum, “ Reflections on the Mexican Revolution" en: Journal of Internacional Affaire, IX, I, 1955, pp. 37-46, traducción “Algunas reflexiones sobre la Revolución Mexicana” en: ¿Ha muerto la Revolución Mexicana? Balance y epílogo, Stanley R. Ross, et.al. tomo, 2, México, SEP, 1972, Sepsetentas, 22, pp. 29-44.

[61] Pablo González Casanova, Comentarios, “Un libro más o menos” en: PAIM, Op. cit., pág. 163.
[62] Silvio Zavala, “Entorno al Primer Congreso de Historiadores de México y los Estados Unidos celebrado en Monterrey del 4 al 9 de sep. de 1949” en: Cuadernos Americanos, vol, VIII, no. 6, nov.-dic., 1949,  pág. 232.

[63] Idem., pág. 232.
[64] Ruth Lapham Butler, “Notes on the First Congress of Historians of México and the United States” en: The Hispanic American Historical Review, núm. 4, vol. 26, nov., pp. 634-639.
[65] Entre 1945 y 1953 fue Chairman Sub-Committee on University Seminars, Vid., Frank Tannenbaum, The University Seminars movement at Columbia University, New York, Eagle Enterprises, Idem., et.al., A community of Scholars: The University Seminars at Columbia, New York, Praeger, 1965. Vivió la reforma educativa y la creación del sistema de seminarios. Ver capítulo: “Origin, growth, and theory of the University seminal Movement.

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