Las ideas económicas que se desarrollaron en México desde la
década de 1930 hasta principios de los cincuenta del siglo XX. Nos referimos a
este período para delimitar el proceso en el que se configuró un Estado
participativo en la vida económica y social del país de índole
intervencionista. La intervención
estatal dentro de la actividad económica anterior a Lázaro Cárdenas (1934-1940)
se había considerado bajo el argumento de la unidad nacional, en la que todos
los sectores participarían en un proyecto común: la reconstrucción nacional. En
cuanto a la política industrial, se proponía que el Estado debía de conciliar
entre los fabricantes, comerciantes y consumidores para reducir al mínimo las
perturbaciones y los desajustes en la economía del país. Hacia 1929 se polarizó
el intervencionismo con la desestabilización producto de la Gran Depresión
internacional. Una vez que la recesión económica había sido superada y el
comercio reactivado, el gobierno cardenista adoptó un sistema de economía
mixta, en el cual el Estado ocuparía un sitio estratégico, porque por esta vía,
regularía la economía: equilibrando y redistribuyendo los ingresos y egresos
nacionales.
Puntualizando,
por economía mixta se entiende que el Estado debe funcionar como propietario de
los medios de producción en determinadas esferas de la economía, la inversión
directa en infraestructura se daba bajo la idea de impulsar el crecimiento de
otros sectores económicos de menor inversión. De esta forma, el Estado se
desempeñaba como agente fortalecedor del crecimiento económico con vías hacia
la industrialización nacional.
En 1934 Lázaro
Cárdenas llega a la Presidencia bajo los lineamientos del PNR (Partido Nacional
Revolucionario) que incluyó la aplicación del Primer Plan Sexenal.[1]
Con relación a la política económica nacional, el documento postulaba en
esencia una política nacionalista pero sin aislar a México del resto de las
naciones, esto implicó a la par, una revisión cuidadosa del comercio exterior y
del régimen de producción: “la Comisión Dictaminadora afirma que la doctrina intervencionista es
coherente con las condiciones reales de nuestra estructura económica y con las
necesidades del país.”[2]
Todo ello con base en el predominio del interés nacional, “La intervención
estatal se efectuará en todos los casos conforme a derecho y los principios de
equidad establecidos; y por la otra, la norma técnica, en atención a que el
Estado actuará en todo momento en la medida en que lo reclamen las necesidades
inexcusables de la sociedad, y de acuerdo, salvo en casos notorios de rebeldía
o incomprensión, con los elementos a que afecte la intervención.”[3]
Las razones por
las que se generaron estos cambios en la política económica se deben a
diferentes circunstancias tanto nacionales como internacionales. Entre ellas
tenemos en primer orden una desorganización ocasionada por la Revolución de
1910, frente a esto se forjó un Estado fuerte capaz de conducir la política
económica; asimismo, se debía de contar con una legitimidad que cohesionara a
la ciudadanía azotada por el movimiento armado (quienes a su vez sufrían
carencias de todo tipo) y proyectar un futuro con justicia social. Frente a
esto, el proyecto maquinado desde el PNR marcó los lineamientos, las reformas
sociales y económicas que echó andar el presidente Lázaro Cárdenas y dotaron
las bases jurídicas para legitimar la intervención del Estado en la vida
socioeconómica del país.
La períodización
de la década de los cuarenta responde a la continuidad de los dos sexenios en
los que gobernaron Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés, en los cuales
la industrialización se manejó como la panacea para el desarrollo y crecimiento
de la economía nacional. Es un período donde el auge agrícola sustentó la base
industrial, a su vez, fue cuando el Estado se puso en el centro de la actividad
económica. La década de 1940 se caracteriza por una expansión económica, sobre
todo por el incremento en la actividad industrial, que en determinado momento
desplazó a la agricultura como el eje de desarrollo económico nacional. Esto
ocurre de manera más marcada durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras que el
período de 1946-1952 corresponde a la posguerra y crisis. También es un período en el cual el Producto
Interno Bruto aumentó significativamente a una tasa promedio del 5% anual;
sobre todo por el incremento de la demanda de las exportaciones mexicanas. [4]
La política de
desarrollo de Ávila Camacho estuvo dirigida hacia el abastecimiento de las
demandas del consumo extranjero, éste se consiguió a través de los apoyos a la
industria y a la agricultura de exportación pero descuidó el abastecimiento del
mercado interno, lo que generó un proceso inflacionario durante toda la década
de 1940. Por lo que al período se le ha denominado recientemente como de
crecimiento con inflación.[5] En general, el período está marcado por una modernización y
urbanización, existió un crecimiento y expansión económica, una proletarizacion
e industrialización. La sociedad mexicana comenzó a reapreciar las
oportunidades dadas por el capitalismo, se creó la visión de una cultura
moderna donde el sector empresarial se colocó como el agente de la
modernización mexicana. Incluso la discusión historiográfica estriba si fue un
milagro mexicano que nuestro país se hubiese industrializado tan rápidamente.[6]
Ante esta
perspectiva, es necesario puntualizar que el pensamiento económico de la época
se encuentra delimitado por estas particularidades que condujeron la política
económica del período. Sin embargo, a nivel internacional el horizonte del
pensamiento económico se amplía. A partir de 1929 hay una ruptura con las
teorías ortodoxas neoclásicas y se da un interés hacia el nacionalismo
económico, el intervencionismo y el keynesianismo fueron los principales
cuerpos conceptuales que se diluyen en la historiografía económica en la década
de los treinta hasta principios de 1950, que corresponde a la periodicidad de
nuestro análisis.
En el ámbito
internacional hubo importantes trasformaciones en el marco del pensamiento
económico, entre las principales fueron a raíz de un fuerte cuestionamiento al
capitalismo liberal, debido a las innumerables injusticias producto de la
explotación a los obreros, a que el marco jurídico no aseguraba el correcto
funcionamiento de la competencia económica y porque comenzaba la decadencia de
las instituciones del siglo XIX. En este sentido el economista húngaro Karl
Polanyi (1886-1964) tuvo una influencia notable dentro de la academia
norteamericana, en especial desde la Universidad de Columbia.
Karl Polanyi
como ideología mantenía la posición de una economía colectivizada pero no
centralizada, organizada a través de instituciones municipales, un modelo
económico basado en el socialismo democrático. En su obra más conocida e
influyente para la academia Norteamérica, y en especial para Frank Tannenabaum,
fue La gran transformación, en la cual propone la discusión de que el
desarrollo del Estado moderno –como categoría conceptual– está de la mano con
el desarrollo de las economías de mercado, siendo procesos históricos ligados
inexorablemente. Su razonamiento deviene que el Estado moderno empujo los
cambios en la estructura social que permitieron una economía capitalista
competitiva. La gran transformación
es una frase usada para describir un conjunto de cambios del sistema
internacional conformados a partir de revolución Industrial y con la
conformación de cuatro instituciones que fueron cruciales en la comunidad del
Atlántico norte y en su periferia:
·
El balance de poder que durante el
siglo XIX impidió el surgimiento de una guerra larga y devastadora entre las
grandes potencias.
·
El patrón oro internacional
simbolizaba la organización de la economía mundial.
·
El mercado autorregulado que
produjo bienestar material.
·
El Estado liberal. [7]
Estas cuatro instituciones delimitadas por Polanyi promovieron una paz
relativa en todo el siglo XIX, asimismo debemos recalcar la importancia
ideológica que tuvo el pensamiento de progreso y libertad como baluartes para
perseverar la paz durante el mismo período. El mercado autorregulado fue la
matriz del sistema y fue la innovación que dio lugar la conformación de esta
civilización. Es por eso que La gran
trasformación es la historia del mercado autorregulado. Para poder
distinguir esta categoría, es necesario especificar que el mercado son redes en
las cuales se venden o se compran las mercancías, son interacciones humanas que
organizan el precio, la cantidad, la calidad de las mercancías negociadas y los
servicios. El mercado autorregulado hace referencia a un intercambio donde se
fija la oferta y la demanda por si mismo, se concibe como la búsqueda de la
máxima ganancia por lucro personal, así el precio se impone a partir de
diversas fluctuaciones por la rentabilidad de las mercancías que se promuevan;
esta forma de actividad económica no se da al margen del Estado sino que éste
debiera garantizar las condiciones para evitar grandes quiebres y obstáculos
para la formación de mercados. Esta idea coincide con la representación del
pensamiento liberal relativa al libre mercado.
Por otra
vertiente, las críticas hacia el Laissez-faire
y a la teoría del libre mercado se orientaron a propuestas que aceptaban el
control económico por parte del Estado en materia social, bajo la perspectiva
de distribuir mejor los ingresos, eliminar los monopolios y examinar las
múltiples fallas de los mercados para intervenir directamente en beneficio de
la nación. De manera paralela, se comenzó a dimensionar el socialismo como vía
alterna a la economía capitalista. Todas estas ideas manifestaron una notable
influencia en México y como se analizará más adelante fueron preocupaciones que
se expresaron en la intervención del Estado en materia económica y en la
representación del nacionalismo.
Es así que para
analizar a las políticas económicas de México hay que vincular los objetivos de
la Revolución y el nacionalismo. Conforme a los trabajos de Leopoldo Solís y
Harry Johnson, entre otros contemporáneos analistas del pensamiento económico,
el desarrollo de las ideas sobre el nacionalismo económico y el
intervensionismo se debe a la influencia de Friedrich List y el las políticas
del Estado alemán que se difundieron por el mundo anglosajón en los años
treinta: “Estos economistas fueron muy influyentes en el diseño de las
políticas de desarrollo económico, y su influencia se aprecia también en las
teorías contemporáneas sobre el desarrollo. Johnson considera una
influencia importante en el arreglo de
países que resultó del armisticio que puso fin a la primera Guerra Mundial, y
que condujo asimismo a la adopción de políticas nacionalistas inspiradas en la
política económica alemana.”[8]
Los economistas que destacan por sus aportaciones nacionalistas y que proponían
la vía de la industrialización y la unidad nacional, por medio de políticas
económicas proteccionistas para alcanzar el desarrollo económico se localizaron
a Mandelbaum, Kaldor, Rosenstein-Rodan y Balogh, entre otros pensadores.[9]
A la par, las
ideas de la escuela neoclásica que eran el paradigma del pensamiento económico
predominante hasta antes de 1929, con la Gran Depresión se comenzaron a
cuestionar. La caída catastrófica de los precios de las materias primas incidió
a preguntarse sobre los modos de industrialización, por una parte, se
observaron las políticas soviéticas con el éxito de los planes quinquenales y
la ocupación plena para alcanzar el desarrollo. Por otra, en Estados Unidos, el
presidente Roosevelt contribuyó a expandir el New Deal como política económica encaminada a lograr la activación
del consumo y la inversión por medio de medidas intervencionistas. El modelo
conceptual en el que se basó dicha propuesta fue elaborada por el economista
John Maynard Keynes en su obra de 1936, La
teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, que vino a culminar
con la crítica a la ortodoxia neoclásica liberal.[10]
La propuesta
central de la teoría de Keynes se refiere a que el capitalismo adolece de una
insuficiente demanda efectiva que limita la inversión y el nivel de ocupación;
para lo cual con una efectiva política estatal que interviniera en asuntos como
la política monetaria se lograría una expansión, así como inversiones estatales
en obras públicas; con ello se conseguiría una redistribución del ingreso más
equitativa y se nivelarían las desigualdades sociales que afectaban al consumo
en general.
Todas estas
ideas de nacionalismo e intervencionismo llegaron a México con atributos
generales, mas no teóricos, sobre el desarrollo económico. Los economistas
contemporáneos estaban concientes que estableciendo una planeación económica
existiría la posibilidad de alcanzar el desarrollo por la vía de la industrialización,
así en el país se adoptó la economía mixta, que invertía en el bienestar social
e industrial podría alcanzar niveles de crecimiento económico, a la par de los
países emergentes como Unión Soviética, Alemania e Italia. Los factores
ideológicos fueron garantes para la aplicación de las políticas económicas con
el apoyo de las masas.
4.1 El manejo de la política
económica y las expectativas de Tannenbaum
El análisis de
las condiciones económicas realizadas por Frank Tannenbaum se basó en los
cálculos del Censo industrial de 1940. A partir de ello prevé que en México la
mayoría de la población laboraba en el sector agrícola (69%) y el gobierno
mexicano se había dado a la tarea de fomentar el sector industrial (12%). El
problema que verifica con este manejo de la política económica fue que si las
exportaciones se pagaban con las importaciones de bienes semimanufacturados y
duraderos, entonces ¿Podría México desarrollar sus industrias no sólo para
satisfacer las necesidades internas sino, también, para una creciente
exportación? Considera que muy difícilmente se podría desarrollar una industria
endógena que nivelara la cuenta corriente y sus expectativas sobre la
industrialización son más desoladoras hasta caer en el pesimismo, dice: “En
1935, los Estados Unidos absorbían el 62% de las exportaciones de México; en
1942, se alcanzó la cifra del 91.3%. El comercio con el resto del mundo había
desaparecido prácticamente, y todavía en marzo de 1946 las Americas recibían el
97% de todos los embarques mexicanos hacia el exterior, de los cuales los
Estados Unidos tomaron el 80.4%.”[11]
Después de la Segunda Guerra Mundial, las devaluaciones del peso elevaron las
tasas arancelarias para los productos industriales que no podían competir con
los precios del mercado mundial; además de que el comercio exterior estaba
supeditado a la economía estadounidense.
Tannenbaum
analiza a los tres sectores estratégicos de la industria mexicana: minerales,
petróleo y productos manufacturados, que eran los rubros más fuentes del
comercio exterior y concluye que sólo los dos primeros sectores eran
competitivos, porque las manufacturas a pesar de su crecimiento no presentaban
rasgos para ser competitivos con los mercados internacionales, destaca: “Ahora,
como nunca antes, México depende de los Estados Unidos como salida para sus
productos. Pero con el petróleo no disponible para exportación en el inmediato
futuro, y con artículos manufacturados que no son susceptibles de encontrar una
colocación amplia en los Estados Unidos o en otros mercados. México queda
reducido de nuevo a sus productos tradicionales: los de origen mineral.”[12]
En cuanto al sistema de transporte de carga que el país requería para
satisfacer las condiciones de industrialización, Tannenabum se muestra
escéptico afirmando: “Incluso aunque todos los ferrocarriles actuales se
reacondicionen de modo perfecto. México necesitaría aún construir una
considerable cantidad de vías nuevas para movilizar sus recursos potenciales,
satisfacer las necesidades de extensas zonas del país, y permitir el desarrollo
de una economía integrada.”[13]
Posteriormente
analiza la energía, la recién conformada Comisión Federal de Electricidad
(1937) encargada de las instalaciones de hidroeléctricas y no ve una
integración del mercado interno que pudiesen satisfacer las demandas de la
industria, en lo concerniente a energéticos. El principal obstáculo visible
para Tannenbaum con respecto a la industrialización de México es la
insuficiencia de energía fácilmente utilizable. El caso del carbón estaba
situado a gran distancia de los centros manufactureros y tal como se extraía no
era económicamente adaptable a las necesidades de las plantas industriales. La
mayor parte de las industrias, minas, plantas textiles y uno de los
ferrocarriles principales dependían de la electricidad como fuente de energía,
y las hidroeléctricas se situaba lejos de estos centros, por ello concluye:
Del examen precedente puede
deducirse con claridad que el desarrollo industrial de México, estimado ahora
por la política gubernamental y por la inversión extranjera, requiere, si ha de
satisfacer las esperanzas de quienes actualmente conducen el país, un
desarrollo muy considerable en energía hidroeléctrica, producción de petróleo y
transporte de gas natural. De hecho esta inversión preliminar es de tal
magnitud, que el capital suministrado por el Gobierno y por el extranjero que
se destina a las plantas industriales es de importancia relativamente pequeña.[14]
A pesar de las
condiciones desfavorables en los aspectos energéticos y de transporte
necesarios para engrandecer a la industrialización planeada por la política
económica durante la década de 1940. Tannenbaum anuncia otro principal
obstáculo para el desarrollo: la inflación. Si bien la creciente actividad
industrial se debió por el impacto de la Guerra Mundial, el excedente fue
invertido en obra pública, financiando a las empresas gubernamentales y
directamente a Gobierno. Es por ello que la inflación no pudo contenerse porque
se continuaba estimulando a la industria, y concluye que: “En un país donde el
nivel de vida es tan bajo como en México, existe un límite a la cantidad
posible o deseable de ahorros forzados para la industrialización.”[15]
Por lo que la vía tomada para el desarrollo económico era errática y debía de
modificarse.
Para situar en
un marco contextual las generalizaciones del balance económico de Tannenbaum
podemos agregar que la
política económica que siguió el gobierno mexicano a partir de 1940 fue la
sustitución de importaciones, la cual pretendía generar encadenamientos productivos
mediante la importación de maquinaria y equipo, en un primer tiempo; se
generaría un déficit aceptable en las cuentas externas ya que los bienes de
capital contienen mayor valor agregado en su producción. En un segundo tiempo,
ya con los bienes de capital instalados en el aparato productivo nacional se
comenzaría a producir para el mercado interno (generando su expansión) y el
remanente de esta producción se destinaría al mercado externo; con un mercado
interno desarrollado y con un Estado promotor de las inversiones se generarían
precios competitivos al interior del país y hacia el exterior mediante un tipo
de cambio fuerte. Todo esto al mediano plazo diversificaría las exportaciones y
equilibraría las cuentas externas. La lógica económica del momento era
que la sustitución de importaciones era un método bienvenido, atractivo y sobre
todo generador de la industrialización que se pensaba en estos tiempos
posrevolucionarios como la panacea del desarrollo. Si bien, en la época no
existía una teoría específica del modelo de sustitución de importaciones, en la
práctica se llevo a cabo mediante el acelerado incremento de las importaciones,
que abastecía al país de mercancías básicas pero también de maquinaria e
insumos necesarios para la industrialización. Se tomó a las importaciones como
un elemento demasiado importante de política económica, ya que fomentó la
protección de la industria nacional y evitó la competencia externa.[16]
Los esfuerzos
que necesitaron cubrir para el sostenimiento de la industrialización nacional
fueron la elevación de los aranceles y proteger al mercado interno de los
artículos que antes importaba, esto significó el aumento de los costos de vida
de la población en general. Además que ello incitaba al monopolio, por una
lado, y privaba de los beneficios de la modernidad a los sectores rurales, por
otro. En este sentido Tannenbaum predice que: “…la combinación entre los
obreros, los industriales y el Gobierno para elevar el arancel, con propósito
de estimular la industria, está impidiendo el desarrollo del mercado nacional,
que, en circunstancias, sólo puede crearse sobre la base de costos bajos,
producción eficiente y en gran escala, y distribución amplia, a precios bajos.”[17]
Por lo cual la distribución del ingreso estaba rezagada porque una pequeña capa
de la población que podía gozar de los beneficios de la industrialización lo
hacía a costos muy elevados.
Mientras que la
incorporación a este modelo de los campesinos y la población agrícola era casi
nula: “pero la industria no está dirigida hacia la masa de consumidores
habientes de la áreas rurales. No existe un mercado rural importante, y la
industria actual no puede crearlo, en parte porque la pobreza de suelo y las
viejas tradiciones agrícolas impiden cualquier rápido cambio.”[18] Para
lo cual era necesario, en la posición de Tannenbaum incrementar la tasa de
acumulación de manera urgente; porque a su parecer el país se estaba haciendo
cada vez más pobre. El análisis refiere a una contemplación de la economía que
prevé la distribución equitativa de los ingresos para el grueso de la sociedad
como en Estados Unidos, enfatiza:
El papel de la industria en una nación predominantemente agrícola es
materialmente diferente del de un país donde la mayor parte de la población es
industrial, donde los recursos son amplios, y las economías internas pueden
contribuir a elevar los salarios mediante una productividad incrementada por
obreros….
Pero en un país donde del 60 al 70% de la población vive de los ingresos de una
agricultura primitiva; donde la industria se halla pobremente equipada; donde
los recursos industriales son inadecuados, y donde el capital es insuficiente,
pocas perspectivas existen de un rápido crecimiento en la eficiencia industrial
o en una productividad mayor.[19]
En los hechos,
Tannenabum tenía razón en suponer que se optaba mal por una política económica
en beneficio de una pequeña parte de la población que se favorecía con los
proyectos industriales. La industrialización sustitutiva de importaciones
encontró diversas problemáticas, tales como una infraestructura caduca, la
falta de capital instalado, la carencia de inversiones, y sobre todo de un
programa industrial definido; por lo que, se crearon diversos organismos que
hicieron elevar la inversión pública en un 29% de 1940 a 123% en 1954. La
inflación no se pudo contener y el tipo de cambio del peso con respecto al
dólar llegó de 1946 y 1947 a 4.85 pesos por dólar, en 1948 llegó a 5.74, en
1949 fue de 8.01 pesos por dólar, para que finalmente en 1950, se estableciera
la paridad en 8.65 pesos por dólar con el tipo de cambio fijo. Al final de la
turbulencia, la depreciación del peso mexicano fue de un 56% de su valor.[20]
Después de la
devaluación, Los discursos pronunciados por el presidente Alemán defendían las
políticas aplicadas en vista de que ‘la industria nacional no pudo importar
maquinaria y equipo a precios bajos’, Alemán argumentaba que de no haber
devaluado la moneda, el crédito se hubiera restringido y por consiguiente, se
hubieran suspendido muchas obras públicas, que para esta época eran el motor de
la economía y la fuente primaria creadora de empleos en el país. Es más, el
Presidente pidió que no se exagerara el significado de la devaluación, ya que
la cotización internacional de una moneda ni expresaba la riqueza del país ni
el bienestar de sus habitantes.[21]
La política
económica que se estableció en México desde la posrevolución fue proteccionista
a tal grado que: “El Gobierno centralizado ha asumido la tarea de dirigir la
mayor parte de la economía de la nación. El Presidente se ha convertido en el
árbitro de las actividades económicas del pueblo…La idea de economía dirigida
ha ido apoderándose cada vez más del Gobierno, mientras que el carácter de la
maquinaria política sólo ha cambiado muy poco en comparación con las nuevas
responsabilidades administrativas.”[22]
Si bien Tannenbaum no estaba de acuerdo con la formación de una economía
cerrada, su principal crítica trasciende hacia el nivel del Ejecutivo al
distinguir que: “El Gobierno de México es el Presidente. No hay otro modo de
expresarlo.”[23] La
centralización del poder en manos del Ejecutivo trajo consigo la dirección de
la economía nacional con base en lineamientos erráticos ya que se estaba
apoyando a un sector empresarial dependiente.
La apreciación
histórica de la realidad concreta en específico, se distinguía la crítica a la
promulgación de la Ley de Atribuciones del Ejecutivo (1950) la cual tendió a
regular la intervención del Estado en materia económica y facultó al Ejecutivo
para dictaminar los precios máximos al mayoreo y menudeo, la regulación de una
buena parte de la actividad económica nacional, con base al argumento que sería
una medida transitoria en lo que terminaba la guerra de Corea.[24]
Sin embargo, lo que dista decir es un afianciamiento de las tendencias de
intervencionismo y proteccionismo insertas desde décadas pasadas.
4.1.1 La
filosofía de las cosas pequeñas
La década de los cuarenta, en general, está marcada por un
período de modernización, existió una expansión económica, una urbanización,
proletarizacion e industrialización; y
sobre todo se creo una visión y una cultura sobre el concepto de lo moderno, es
decir, la sociedad mexicana comenzó a reapreciar las oportunidades de
adquisición material dadas por el capitalismo. Todos estos cambios fueron
manifiestos de manera clara en el sexenio de Miguel Alemán, aunque durante la
administración de Ávila Camacho se comenzó ha observar la importancia que tenía
en las familias mexicanas los aparatos electrodomésticos, las escuelas
privadas, la cultura cinematográfica, las páginas de sociales en las revistas y
periódicos; este fenómeno sólo se verificó en las capas medias o altas de la
sociedad y en el sector urbano. En el campo, la realidad cotidiana estaba
todavía mucho más ligada a las tradiciones; esto es lo que marca la dicotomía
en la sociedad mexicana: por un lado, la creciente modernidad y el desarrollo
económico en las ciudades, y por el otro, el atraso, las tradiciones
ancestrales en el campo.
Frank Tannenbaum
observaba que la dicotomía entre el mundo moderno y mundo primitivo, entre el
mundo urbano y mundo rural, como una constante en la historia mexicana: “Para
los mexicanos el primordial problema incubado por la Revolución es el de cómo
eludir el dilema de una nación dividida entre los que viven en un mundo moderno
y los que viven en un mundo primitivo.”[25]
La política
industrial de la época en que escribió Tannenbaum la tenemos que entender a
partir de dos momentos históricos, durante la segunda Guerra Mundial y en el
período de posguerra. Al iniciar la guerra se marca el inicio de una oleada de
inversión dirigida hacia la industria, esta inversión fue posible por la
ampliación de los mercados externos ya que se pudieron colocar las mercancías
mexicanas en diferentes países. Después de finalizada la guerra, la inversión
perdió dinamismo porque se incrementó la competencia externa y por el cierre de
los mercados externos, llegando a su punto más bajo en 1947 y 1948 durante la
crisis. A pesar de este ciclo económico, la industria cobró gran amplitud y
diversificación de las empresas. El Estado mexicano propició la implementación,
en la política económica, del modelo de crecimiento basado en la sustitución de
importaciones, que se orientaba hacia el mercado interno, al finalizar la
segunda Guerra Mundial el rumbo de la política económica viró hacia el
proteccionismo. Lo anterior fue producto de la amplia participación del Estado
en asuntos económicos. Uno de estos asuntos fue el control y manejo de los
precios y salarios, en el caso de los precios, la política ha seguir fue la de
contener los precios de los productos básicos, los restantes productos se
incrementaron de manera exponencial, provocando un descenso en el nivel de vida
de la población y más en específico de los campesinos. Porque el Estado mexicano siguió invirtiendo en infraestructura
para generar las condiciones de modernización industrial, urbana y orientada
hacia el mercado interno; esta capitalización fue debido a las exportaciones de
productos básicos. Asimismo, las ganancias resultantes de la producción
agrícola se destinaron a financiar el aparato industrial, generando una
descapitalización del sector agrícola.
Frente a esta
realidad Frank Tannenbaum va ha descalificar la política económica empleada que
promovía la industrialización para desplázala por una que apoyara a la
agrícola, porque ahí era donde se localizaba la mayoría de la población. En
consecuencia rescataba un desarrollo que fuera sustentable con las condiciones
naturales de las comunidades y ahí partir para fortalecer los núcleos
productivos desde las regiones:
Nada se consigue destruyendo
la comunidad rural mexicana. Es la cosa mejor que México posee; allí está su
fortaleza y su resistencia. La Revolución probó hasta la saciedad dicho aserto.
Lo que México necesita es enriquecer sus comunidades locales para lograr una
producción agrícola cada vez más amplia, y aumentar la variedad y calidad de
los bienes producidos por las artesanías locales, en cantidad suficiente para
las necesidades domésticas, y, además, para la exportación. México necesita realmente una filosofía de
cosas pequeñas. La escuela rural mexicana fue eso en sus principios, y
sobre tales cimientos deben continuar levantándose las nuevas estructuras. [26]
Para virar al
desarrollo económico por la vía agrarista, Tannenbaum propone como ejemplo que
en vez de hacer una gran presa hidroeléctrica se invierta en pequeñas presas
que sirvan para garantizar suministros a las pequeñas localidades y ahí
desarrollar piscicultura. Desarrollar motores de combustión interna de petróleo
y molinos de viento para impulsar el crecimiento agroindustrial, la hidroponía
y técnicas de abonos, cultivos frutales y apicultura, entre otras medidas que
acarreen el fomento a las regiones. En ese sentido, la actividad gubernamental
se trasladaría en beneficio de la población y cubriría sus necesidades
inmediatas de desarrollo económico. A diferencia de solventar un crecimiento
económico industrial que por ende no se sostenía por la volatilidad del
comercio exterior.
Cabe enfatizar
que el crecimiento económico es una medida cuantitativa, describe la expansión
de la fuerza de trabajo, del capital, del volumen del comercio, y del consumo;
mientras que el desarrollo económico describe los determinantes subyacentes del
crecimiento económico como por ejemplo: los cambios en las actitudes y las
instituciones. El desarrollo económico exige cambios en las técnicas de
producción, en las actitudes sociales y en las instituciones; estos cambios
pueden originar el crecimiento económico y dependen de la política económica
que se rija en un Estado.[27]
Frank Tannenbaum
va concebir el crecimiento económico producto de su desarrollo agrícola y con
ello la industria mexicana se debiera relegar a un segundo plano. Considera que
una vez que se halla robustecido el campo –por medio de tecnología o métodos
agroindustriales– entonces en México se alcanzaría un pleno desarrollo
económico:
Si se procediera
juiciosamente, la industria mexicana sería aceptada como suplemento de la
economía agrícola, y el acento descansaría sobre la energía maravillosa y la
capacidad cohesiva de la comunidad rural. Se usaría la colectividad del campo
en su plena extensión, vigorizándola con la técnica y la destreza de la ciencia
moderna en su aplicación a pequeños sectores. México, estoy convencido, puede
alcanzar su desarrollo cultural y económico más pleno sólo adaptando una
política consustancial a su verdadero genio: el robustecimiento de la comunidad
local.[28]
En este asunto
sobre la caracterización y formulación de la tesis sobre la filosofía de las
cosas pequeñas como alternativa para un cambio sustancial en la forma de
organización y distribución de la sociedad, la crítica desautoriza
completamente la posición. Pablo González considera que es una conclusión
‘bucólica y extravagante’ y que “ignora los elementos integrantes de la
realidad.”[29] Manuel Germán Parra piensa que con la
aplicación de este plan de desarrollo sería como un retroceso histórico: “Esta
filosofía significa tres cosas para México: una, que retroceda a una época muy
anterior de nuestra evolución histórica; otra, que se condene a vivir para
siempre en la miseria, la insalubridad y en la ignorancia, y última y más
importante, que se convierta en una colonia agrícola de una metrópoli
industrial.”[30]
Bajo la
reflexión de Manuel Germán Parra podemos discernir en la idea generalizada que
la industrialización proporciona una idea de modernidad y progreso la cual
dista de la situación agraria que se asocia con la pobreza e insalubridad. Lo
moderno indica innovación, ruptura con el pasado y vanguardia, no sólo porque
está en constante renovación, sino porque a su vez nos revela indicios de lo
que conforma a lo actual; en este sentido hay una ambivalencia entre los que
creen que el capitalismo como una destrucción creadora y se manifiesta a través
del desarrollo: socio-económico y humano, y los que creen que la idea de
progreso nos conduce a una resolución finita y acabada.[31]
Retomando a
Germán Parra su característica de industrialización alude a igualarla con el
progreso y la urbanización, como principios dominantes en el desarrollo de las
naciones:
La recomendación que nos
hace Tannenbaum que hagamos de un país rural, representaría una regresión
histórica, porque, tal como hemos visto, la evolución económica del mundo
indica que ninguna nación agrícola puede desarrollarse si no se trasforma en
industrial, y la industrialización no puede efectuarse sino arrancando del
campo a la población creciente y concentrándola en las ciudades. Progresar es
industrializarse, industrializarse es urbanizarse, e industrializarse y
urbanizarse implican –perdón por los términos– desagriculurizarse y
desruralizarse. Porque la evolución económica del mundo enseña que sólo las
naciones que se industrializan llegan a ser ricas, sanas y cultas.[32]
Haciendo alarde
de la civilización industrial como símbolo de modernidad, lo equipara a la
conformación de las ciudades con todos los beneficios que incluye el desarrollo
capitalista, en contraposición con lo primitivo de lo rural: la barbarie,
irracional e indeseable. Esta dicotomía es el paradigma en el cual se
estableció el principio dominante desde mediados del siglo XX y representa
claramente las bases del pensamiento, no sólo económico, sino en todo el
horizonte cultural de la época y proyectó las expectativas para alcanzar el
progreso. Si bien el fin no justifica los medios, entonces observemos cuáles
eran las propuestas de cada uno de los hacedores de política y acerquémonos a
los intelectuales para ver cómo conforman esa idea de nación industrial que tanto
anhelaban, es interesante entender cada posición para tener más claros los
conceptos e irlos perfilando en su horizonte cultural en el cual se inserta de
igual forma Tannenabum, en este mismo lineamiento atestiguó: “El agudizado contraste en dimensión es reforzado
por el contraste en carácter. La ciudad es moderna; el campo primitivo. La
ciudad está al día; el campo se halla atrasado en miles de años. La ciudad
tiene radios, automóviles, luz eléctrica, música, ópera, finas construcciones y
calles pavimentadas, se habla el español, el francés, el inglés, el alemán. El
campo no tiene nada, carece de luz, de caminos, de edificios, carece de todo;
frecuentemente no se conoce ni el idioma español.”[33]
Manuel Mesa
dentro de la misma tónica de pensamiento industrialista le parece una atrocidad
retomar la artesanía de las comunidades rurales: “la industrialización no puede
sustentarse en una base parroquial, en miles de pequeñas comunidades… al
contrario, el progreso exige transformar de modo radical la técnica y aumentar
la productividad del trabajo en todos sus aspectos.” Sin embargo creo que no conocía la teoría de
la transición del taller a la industria donde se observan los principales
planteamientos para las innovaciones, tecnológicas, comerciales, administrativas
y el germen del desarrollo. A Manuel Mesa le parece una aberración solventar al
país con artesanía, es más propone eliminarla conforme se vaya desarrollando la
industrialización, enfatiza: “Claro esta que esto dará como resultado que se
vaya perdiendo el encanto del folklore mexicano, esas industrias típicas que
producen artefactos que tienen el aliño y cuidado del trabajo manual pero nadie
puede objetar que desaparezcan todas las formas retrasadas de producción: que
en lugar de primorosos cacharros de barro, existan fábricas modernas de loza
que aprovechen las mejores arcillas, etc…”[34]
Manuel Mesa está consolidado en la postura de atraer la tecnología e
implantarla en México para de ahí industrializar y abandonar los métodos
‘rudimentarios’ y artesanales con la idea de
progresar, Sobre la filosofía de las cosas pequeñas, agrega:
Todo es cuestión de saber
encontrar los caminos más viables y aprovechar mejor las condiciones naturales
y económicas; pero no por los errores que se han cometido y puedan seguirse
cometiendo hemos de renunciar a nuestra industrialización y adoptar la
‘filosofía de las cosas pequeñas’ Resultaría una indudable ventaja, contra lo
que piensa Tannenbaum, inundar a nuestras pequeñas localidades con los
productos de nuestra propia industria, aunque al principio sean deficientes,
pues si las cosas que necesitamos han de seguir haciéndose en cada pueblo con
las propias manos de sus habitantes, manteniendo sus propias técnicas, no
venceremos en la lucha por la libertad y por el pan que Hidalgo inició en 1810.[35]
La independencia
económica es otro rasgo distintivo del emblema por la industrialización como lo
iremos desarrollando a largo del capítulo. No obstante Manuel Mesa no previó la
dependencia económica y social por uso de transferencia tecnológica.
Por su parte
Daniel Cosío Villegas apoya a Tannenabum en la idea que en México difícilmente
podría ser un país industrialmente grande, pero aunque lo sea medianamente era
el camino adecuado. Sustenta sobre la filosofía de lo pequeño una negación
rotunda porque argumenta: “De la misma manera, en el fondo de la pretensión de
ser grande económicamente, está la decisión de dejar de ser pobre, y, de nuevo,
los más severos jueces convendrán en que su deseo tiene toda la justificación
imaginable, porque el mexicano es pobre, muy pobre, y lleva de serlo mucho,
muchísimo tiempo… ¡desde que lo echaron al mundo!”[36]
La necesidad del bienestar material para Cosío Villegas está emparejada con el
progreso industrial y esta penuria sólo se superaría en las ciudades modernas,
las cuales garanticen todos los servicios: “Enteramente de acuerdo,
entusiastamente de acuerdo en que lo mayor y lo mejor que tiene México es su
comunidad rural; pero justamente para conservarla y mejorarla, será necesario
que se distingue parcialmente yendo a dar a la urbe, pues el suelo en que ahora
vive, apenas puede sustentarla.”[37]
Sin lugar a dudas comparten el mismo pesimismo.
4.1.2. La
catástrofe alimentaria
Frank Tannenbaum
predice que en México se está desarrollando con un gran desgaste de la tierra y
promueve que se tenga una política de forestación para no acabar con los
recursos naturales. Advierte sobre los peligros de sobrepoblación y las
consecuencias de ello serán una erosión del suelo incapaz de hacer frente a la
hambruna, así que tanto el crecimiento poblacional como la rápida expansión de
los centros urbanos es para Tannenbaum un problema inmediato e urgente: “El
efectivo peligro de la sobrepoblación, que muchos economistas mexicanos se
niegan a reconocer, es un subproducto de las fuerzas movilizadas para elevar el
nivel de vida del pueblo mexicano…La población incrementada, a su vez, está
acelerando la amenaza de un destino aparentemente inevitable, derivando del
agotamiento cada vez más rápido del suelo. Tal es el dilema del México
contemporáneo.”[38]
Parecería tener
referencias sobre el calentamiento global acaecido a principios de este siglo.
Al igual que en la década 1940, los niveles del rendimiento agrícola son muy
bajos y aunado con la erosión el problema se vuelve cada vez más grave
afectando a las generaciones venideras. Tannenbaum consideraba que la
agricultura nacional se estimaba constante pero con las sequías, los granizos y
las heladas provocan –junto con las atrasadas técnicas de producción– no se
produzca a la par con el crecimiento poblacional. Otro rasgo importante que
advierte es el desplazamiento de productos de primera necesidad por las
exportaciones: “Los productos vegetales de exportación han tendido a
ensancharse a expensas de los productos alimenticios. Esta tendencia fue
acentuada por la Guerra Mundial II. Pero lo que debe subrayarse es la aparente
tendencia, a la larga, de la producción agrícola mexicana a permanecer estable,
mientras que la población va creciendo.”[39]
Esto es, evidentemente el problema más grave, ya que si un país no tiene una
autosuficiencia alimentaria se condena al fracaso y a la pobreza. Si bien
Tannenbaum anticipaba “La pobreza es un impedimento que obstaculiza cualquier
tentativa de industrializar a México.”[40]
El camino del agrarismo solventaba una solución para hacer frente al problema
de alimentación, la desigualdad social, hambre y pobreza.
Tannenabum
estaba imbuido por la lectura de William Vogt Kaeser (1902-1962) quien fue un
científico interesado en las cuestiones ecológicas, el crecimiento de la
población y el agotamiento de los recursos naturales. El ensayo que causó mayor
impacto y difusión fue El camino a la
supervivencia creado en 1948, en el se desarrolla la relación entre el
suministro de alimentos y la población mundial. Su labor como ecologista
consistió en difundir el impacto de la escasez de recursos si se continuaba la
sobrepoblación a escala internacional, desde su labor política como dirigente
de la Unión Panamerica para que los Estados del Continente realizaran
estrategias para la preservación de los recursos naturales renovables y su
conservación como patrimonio mundial en los suelos y agua para evitar la
erosión, contaminación, extinción y deforestación como principales retos del
hombre para su supervivencia.
Cuando Manuel
Germán Parra analiza la obra de Tannenabum, no sólo lo califica de maltusiano,
sino que se inserta en esta discusión sobre los problemas demográficos de
manera optimista, distingue que cuando se comienza a dar la revolución
industrial la población tienen mejor nivel de vida y por lo tanto vive más “En
la primera etapa, cuando una nación es agraria, las dos tasas, la de natalidad
y la de mortalidad, son casi igualmente altas y por eso la población parece
estable, es decir, en realidad crece muy lentamente. En la segunda etapa,
cuando el país se está industrializando, la tasa de natalidad sigue igualmente
alta, pero la mortalidad empieza a descender con mucha rapidez, y entonces la
población crece a gran velocidad.”[41]
Sin embargo, el mismo reconoce: “La verdad es que todavía en 1950 éramos uno de
los pueblos peor alimentados del mundo, al grado de que ni siquiera habíamos
llegado no digamos al nivel óptimo, ni al nivel medio, pero ni al nivel mínimo
de los requerimientos nutritivos prescritos por la ciencia de la nutrición.”[42]
Con base en el estudio que realizó para la Organización de Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura, observó los niveles históricos de México al
grado de concluir que la población subió 2.8 millones de habitantes más, casi
un 13%. La producción de alimentos se elevó de 8.3 a 10.4 millones de
toneladas, casi un 25%. Comparando los dos factores resulta que la producción
alimenticia aumentó el doble que la población. Entonces, por qué la población
no estaba bien alimentada. La malnutrición es uno de los problemas más graves
que en materia de sanidad, los casos más frecuentes son los de malnutrición por
carencia de proteínas y calorías, es lo que corrientemente se le llama
desnutrición.
Si bien la
teoría de sobrepoblación del economista inglés Thomas Malthus (1766-1834) ha
sido muy criticada porque enfatizaba que los índices de crecimiento y la oferta
de alimentos dependían de la calidad de tierra disponible –habla de afortunados
y desafortunados–. En su estudio múltiplemente citado Ensayo sobre el principio de la población (1798) concebía que para
detener la sobrepoblación humana existían “los frenos positivos” que eran de
dos tipos: miseria y vicio. Malthus incluía los trabajos forzados, los riegos
excesivos; la desnutrición, la mala alimentación y otros factores relacionados
con la pobreza, todos los cuales tenderían a acortar las esperanzas de vida.
También se incluían las enfermedades, las epidemias, las hambrunas, las plagas,
la insalubridad y los excesos de cualquier especie.[43]
Sobre la interpretación de la teoría de Malthus se desprende un concepto clave
que es el de escasez, la cual quisiera acentuar, porque: “la escasez es
relativa a la tendencia de los seres humanos de reproducirse más allá de los
medios disponibles para su sostenimiento.”[44] En general podemos agregar que el hambre es
un problema general que afecta a todos los países que no han impulsado una
reforma económica agroalimentaria y ello conduce a un aumento en la
vulnerabilidad, intensifica las carencias de todo tipo y los recursos
necesarios para la autosuficiencia de los productos de primera necesidad. [45]
En las teorías
contemporáneas se ha utilizado el concepto de privación relativa para analizar
a la pobreza. Si bien, el ser pobre tiene que ver con tener privaciones y, es
natural que el concepto de privación sea relativo, es un término que contiene
nociones distintivas y diversas; una tiene que ver con el contraste entre
sentimientos de privación y las condiciones de esta.[46]
La pobreza y la desigualdad se relacionan estrechamente pero si bien son
conceptos que se diferencian con claridad se deben analizar los casos
particulares donde la insuficiencia y la seguridad alimentaria son propiciadas
tanto por problemas en la propiedad de la tierra como con la relación
poblacional. Una hambruna, por ejemplo, se considerará de inmediato como un
caso de pobreza aguda, sin importar cuál sea el patrón relativo dentro de la
sociedad. Observar el problema de la muerte por inanición y el hambre en el
centro del concepto de pobreza, nos remite a otro tipo de enfoque, que es el de
la privación absoluta.
Para concebir algunos matices de diversos
problemas generales que enfocarían a desligar los lineamientos de la tesis
principal del autor en cuestión. Podemos afirmar que Frank Tannenbaum indicaba
una sociedad maltusiana porque algunas de las condiciones para el progreso
económico de México era una fractura a nivel de consumo y eso indicaba costes
sociales por encima de los niveles de desarrollo económico. Por una parte,
muestra estadísticas que afirman que el 80% de población no podía acceder a los
bienes manufacturados y su capacidad de consumo industrial era exigua. La
disyuntiva no sólo radica de la maquinaria raquítica con exención de impuestos
y subsidiada, sino que esta forma de industrialización se debió a la extracción
del campo mexicano por la poca reinversión que originó el no optar por el
agrarismo.
[1] Dentro
del Plan Sexenal queda expresado el intervencionismo estatal en cuatro campos
fundamentales: el agrario, el industrial, el sindical y el educativo, nos
menciona: “Según el Plan Sexenal la nueva política económica se basaría en un
intervencionismo estatal que regulase las relaciones que se dan en el proceso
económico entre los diferentes factores, pero respetando la presencia y la
acción de los mismos.” Tzvin Medin, Ideología
y Praxis política de Lázaro Cárdenas, México, Siglo XXI, 1973, pág. 47.
[2] Vid. “Primer Plan Sexenal 1934-1940”,
en: Secretaría de Programación y Presupuesto, Antología de la planeación en México (1917-1985), México, FCE,
1985, pp. 187-227, cursivas propias.
[3] Idem., pág. 190.
[4] De
1939-1942 el PIB real es de 5.5%; de 1942-1945, 5%; de 1945-1949, 4.3% y de
1950-1951, 8.8%, Enrique Cárdenas, La
hacienda pública y la política económica, 1929-1958, México, FCE, El
Colegio de México, 1994, pp. 93 y 147.
[5] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-1994,
México, FCE., 1994, pág. 127.
[6] Vid. José Ayala Espino, Estado y desarrollo. La formación de la
economía mixta mexicana. (1920-1982), México, Secretaría de Energía, Minas
e Industrial paraestatal, FCE, UNAM, 1988. Cypher, James, H. Estado y capital en México. Política
de desarrollo desde 1940,
México, Siglo XXI, 1992. Cfr. Loyola
(coord.), Entre la Guerra y la
estabilidad política, El México de los
40, México, Grijalbo, CNCA,
1990.
[7] Karl Polanyi, La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro
tiempo, FCE, (1944), 2003, pág. 49.
[8] Leopoldo Solís, “La política
económica y el nacionalismo mexicano” en: Lecturas
políticas mexicanas, El Colegio de México, Centro de Estudios
Internacionales, 1977, pág. 56.
[9] Idem. Apud, Harry Johnson, “The Ideology
of Economic Policy in the New States” en: Economic
Nationalism in Old and New States, The University of Chicago Press, 1967,
pp. 124-142.
[10] John
Maynard Keynes, Teoría general de la
ocupación el interés y el dinero, 4 ed, correg. México, FCE, (1936) 2003.
[11]
Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág.
115.
[12] Idem., pág. 117.
[13] Idem., pág.
119.
[14] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 122.
[15] Idem., pág. 122.
[16] Martha Beatriz Guerrero Mills, Bases Jurídicas de la industrialización de
México, 1940-1952, Tesis para obtener el grado de licenciatura en Historia,
UNAM, México, 2001.
[17]
Tannenbaum, La lucha… op. cit., pp.
123-125.
[18] Idem., pág. 125.
[19]
Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág.
125.
[20]
Ayala Espino, op. cit., pág. 274.
[21]
Blanca Torres, “Hacia la utopía industrial” en: Historia de la Revolución Mexicana, Tomo 21, El Colegio de México,
1984, pág., 124.
[22] Tannenbaum,
La lucha…, op. cit. pág. 58.
[23] Idem., pág 51.
[24]
Para ver las mercancías que fueron de control, se recomienda ver el decreto
publicado en el Diario Oficial de la
Federación el 4 de enero de 1951 la Ley sobre atribuciones del Ejecutivo
Federal en materia económica, y exposición de motivos en: Diario de Debates, 21 de diciembre de 1950.
[25]
Tannenbaum, La lucha… op. cit., p.
99.
[26]
Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág.
132.
[28] Tannenbaum,
La lucha… op. cit., pág. 133.
[29] Pablo
González Casanova, “Un libro más o menos” en: PIAM, Op.cit., pág. 169.
[30] Manuel
Germán Parra, “México: La lucha por la independencia económica” en: PIAM, op. cit., pág. 280.
[31] Sobre la discusión teórica del cronotropo de
modernidad y posmodernidad, se observa a Carlo Augusto Viano, “Los paradigmas
de la modernidad” en: Nicolás Casullo (coomp.) El debate modernidad –posmodernidad, Buenos Aires, El Cielo por
Asalto, 1993, y a Marsall Berman, Todo lo
sólido se desvanece en el aire, La experiencia de la modernidad, México,
Siglo XXI, 1989.
[32] Manuel
Germán Parra, Op.cit., pág., 281.
[33] Tannenbaum, La paz por la revolución, Op.cit., pág. 143.
[34] Manuel
Mesa A., “Lo malo de un buen libro” en: PIAM,
Op.cit., pág. 213.
[35] Idem., pág. 213.
[36] Daniel Cosío Villegas, “El México de
Tannenbaum” en: PIAM, Op.cit, pág.
161.
[37] Idem., pág. 161.
[38]
Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág.
102.
[39] Idem., pág. 103.
[40] Idem., pág. 100.
[41] Manuel
Germán Parra, “México: La lucha por la independencia económica” en: PIAM, op. cit., pág. 267.
[42] Idem., pág. 278.
[43] Thomas
Malthus, Ensayo sobre el principio de
población, FCE, 1951, pp.7-24, con omisiones.
[44]
Luis A. Serrón, Escasez, explotación y
pobreza: teoría, investigación histórica específica y crítica, México,
UNAM, 1980, pág. 32.
[45]
Josué de Castro nos presenta el panorama de esta forma, dice: “Cuando se
examina más atentamente el mapa del hambre se descubre que coincide casi
perfectamente con el mapa del subdesarrollo. En efecto, el hambre, la miseria,
la ignorancia, las enfermedades masivas, la desocupación, no son sino
diferentes facetas de un mismo mal: el Subdesarrollo; y si se estudia el mapa
del hambre se advierte que se parece curiosamente al mapa de la colonización.”
Josué de Castro, El hambre, problema
universal, Buenos Aires, La Pleyade, 1969,
pág. 29-30.
[46] Para observar sobre los
conceptos ver: Amartya K. Sen. Sobre
Conceptos y medidas de Pobreza, en:
http://www.eumed.net/cursecon/economistas/textos/sen-medida%20de%20la%20pobreza.htm#_ftn35