V. El pensamiento económico en México y sus implicaciones al desarrollo

Las ideas económicas que se desarrollaron en México desde la década de 1930 hasta principios de los cincuenta del siglo XX. Nos referimos a este período para delimitar el proceso en el que se configuró un Estado participativo en la vida económica y social del país de índole intervencionista. La intervención estatal dentro de la actividad económica anterior a Lázaro Cárdenas (1934-1940) se había considerado bajo el argumento de la unidad nacional, en la que todos los sectores participarían en un proyecto común: la reconstrucción nacional. En cuanto a la política industrial, se proponía que el Estado debía de conciliar entre los fabricantes, comerciantes y consumidores para reducir al mínimo las perturbaciones y los desajustes en la economía del país. Hacia 1929 se polarizó el intervencionismo con la desestabilización producto de la Gran Depresión internacional. Una vez que la recesión económica había sido superada y el comercio reactivado, el gobierno cardenista adoptó un sistema de economía mixta, en el cual el Estado ocuparía un sitio estratégico, porque por esta vía, regularía la economía: equilibrando y redistribuyendo los ingresos y egresos nacionales.

Puntualizando, por economía mixta se entiende que el Estado debe funcionar como propietario de los medios de producción en determinadas esferas de la economía, la inversión directa en infraestructura se daba bajo la idea de impulsar el crecimiento de otros sectores económicos de menor inversión. De esta forma, el Estado se desempeñaba como agente fortalecedor del crecimiento económico con vías hacia la industrialización nacional.

En 1934 Lázaro Cárdenas llega a la Presidencia bajo los lineamientos del PNR (Partido Nacional Revolucionario) que incluyó la aplicación del Primer Plan Sexenal.[1] Con relación a la política económica nacional, el documento postulaba en esencia una política nacionalista pero sin aislar a México del resto de las naciones, esto implicó a la par, una revisión cuidadosa del comercio exterior y del régimen de producción: “la Comisión Dictaminadora afirma que la doctrina intervencionista es coherente con las condiciones reales de nuestra estructura económica y con las necesidades del país.”[2] Todo ello con base en el predominio del interés nacional, “La intervención estatal se efectuará en todos los casos conforme a derecho y los principios de equidad establecidos; y por la otra, la norma técnica, en atención a que el Estado actuará en todo momento en la medida en que lo reclamen las necesidades inexcusables de la sociedad, y de acuerdo, salvo en casos notorios de rebeldía o incomprensión, con los elementos a que afecte la intervención.”[3]

Las razones por las que se generaron estos cambios en la política económica se deben a diferentes circunstancias tanto nacionales como internacionales. Entre ellas tenemos en primer orden una desorganización ocasionada por la Revolución de 1910, frente a esto se forjó un Estado fuerte capaz de conducir la política económica; asimismo, se debía de contar con una legitimidad que cohesionara a la ciudadanía azotada por el movimiento armado (quienes a su vez sufrían carencias de todo tipo) y proyectar un futuro con justicia social. Frente a esto, el proyecto maquinado desde el PNR marcó los lineamientos, las reformas sociales y económicas que echó andar el presidente Lázaro Cárdenas y dotaron las bases jurídicas para legitimar la intervención del Estado en la vida socioeconómica del país.

La períodización de la década de los cuarenta responde a la continuidad de los dos sexenios en los que gobernaron Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés, en los cuales la industrialización se manejó como la panacea para el desarrollo y crecimiento de la economía nacional. Es un período donde el auge agrícola sustentó la base industrial, a su vez, fue cuando el Estado se puso en el centro de la actividad económica. La década de 1940 se caracteriza por una expansión económica, sobre todo por el incremento en la actividad industrial, que en determinado momento desplazó a la agricultura como el eje de desarrollo económico nacional. Esto ocurre de manera más marcada durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras que el período de 1946-1952 corresponde a la posguerra y crisis. También es un período en el cual el Producto Interno Bruto aumentó significativamente a una tasa promedio del 5% anual; sobre todo por el incremento de la demanda de las exportaciones mexicanas. [4]

La política de desarrollo de Ávila Camacho estuvo dirigida hacia el abastecimiento de las demandas del consumo extranjero, éste se consiguió a través de los apoyos a la industria y a la agricultura de exportación pero descuidó el abastecimiento del mercado interno, lo que generó un proceso inflacionario durante toda la década de 1940. Por lo que al período se le ha denominado recientemente como de crecimiento con inflación.[5] En general, el período está marcado por una modernización y urbanización, existió un crecimiento y expansión económica, una proletarizacion e industrialización. La sociedad mexicana comenzó a reapreciar las oportunidades dadas por el capitalismo, se creó la visión de una cultura moderna donde el sector empresarial se colocó como el agente de la modernización mexicana. Incluso la discusión historiográfica estriba si fue un milagro mexicano que nuestro país se hubiese industrializado tan rápidamente.[6]

Ante esta perspectiva, es necesario puntualizar que el pensamiento económico de la época se encuentra delimitado por estas particularidades que condujeron la política económica del período. Sin embargo, a nivel internacional el horizonte del pensamiento económico se amplía. A partir de 1929 hay una ruptura con las teorías ortodoxas neoclásicas y se da un interés hacia el nacionalismo económico, el intervencionismo y el keynesianismo fueron los principales cuerpos conceptuales que se diluyen en la historiografía económica en la década de los treinta hasta principios de 1950, que corresponde a la periodicidad de nuestro análisis.

En el ámbito internacional hubo importantes trasformaciones en el marco del pensamiento económico, entre las principales fueron a raíz de un fuerte cuestionamiento al capitalismo liberal, debido a las innumerables injusticias producto de la explotación a los obreros, a que el marco jurídico no aseguraba el correcto funcionamiento de la competencia económica y porque comenzaba la decadencia de las instituciones del siglo XIX. En este sentido el economista húngaro Karl Polanyi (1886-1964) tuvo una influencia notable dentro de la academia norteamericana, en especial desde la Universidad de Columbia.

Karl Polanyi como ideología mantenía la posición de una economía colectivizada pero no centralizada, organizada a través de instituciones municipales, un modelo económico basado en el socialismo democrático. En su obra más conocida e influyente para la academia Norteamérica, y en especial para Frank Tannenabaum, fue La gran transformación, en la cual propone la discusión de que el desarrollo del Estado moderno –como categoría conceptual– está de la mano con el desarrollo de las economías de mercado, siendo procesos históricos ligados inexorablemente. Su razonamiento deviene que el Estado moderno empujo los cambios en la estructura social que permitieron una economía capitalista competitiva. La gran transformación es una frase usada para describir un conjunto de cambios del sistema internacional conformados a partir de revolución Industrial y con la conformación de cuatro instituciones que fueron cruciales en la comunidad del Atlántico norte y en su periferia:

·   El balance de poder que durante el siglo XIX impidió el surgimiento de una guerra larga y devastadora entre las grandes potencias.
·   El patrón oro internacional simbolizaba la organización de la economía mundial.
·   El mercado autorregulado que produjo bienestar material.
·   El Estado liberal. [7]

Estas cuatro instituciones delimitadas por Polanyi promovieron una paz relativa en todo el siglo XIX, asimismo debemos recalcar la importancia ideológica que tuvo el pensamiento de progreso y libertad como baluartes para perseverar la paz durante el mismo período. El mercado autorregulado fue la matriz del sistema y fue la innovación que dio lugar la conformación de esta civilización. Es por eso que La gran trasformación es la historia del mercado autorregulado. Para poder distinguir esta categoría, es necesario especificar que el mercado son redes en las cuales se venden o se compran las mercancías, son interacciones humanas que organizan el precio, la cantidad, la calidad de las mercancías negociadas y los servicios. El mercado autorregulado hace referencia a un intercambio donde se fija la oferta y la demanda por si mismo, se concibe como la búsqueda de la máxima ganancia por lucro personal, así el precio se impone a partir de diversas fluctuaciones por la rentabilidad de las mercancías que se promuevan; esta forma de actividad económica no se da al margen del Estado sino que éste debiera garantizar las condiciones para evitar grandes quiebres y obstáculos para la formación de mercados. Esta idea coincide con la representación del pensamiento liberal relativa al libre mercado.
Por otra vertiente, las críticas hacia el Laissez-faire y a la teoría del libre mercado se orientaron a propuestas que aceptaban el control económico por parte del Estado en materia social, bajo la perspectiva de distribuir mejor los ingresos, eliminar los monopolios y examinar las múltiples fallas de los mercados para intervenir directamente en beneficio de la nación. De manera paralela, se comenzó a dimensionar el socialismo como vía alterna a la economía capitalista. Todas estas ideas manifestaron una notable influencia en México y como se analizará más adelante fueron preocupaciones que se expresaron en la intervención del Estado en materia económica y en la representación del nacionalismo.

Es así que para analizar a las políticas económicas de México hay que vincular los objetivos de la Revolución y el nacionalismo. Conforme a los trabajos de Leopoldo Solís y Harry Johnson, entre otros contemporáneos analistas del pensamiento económico, el desarrollo de las ideas sobre el nacionalismo económico y el intervensionismo se debe a la influencia de Friedrich List y el las políticas del Estado alemán que se difundieron por el mundo anglosajón en los años treinta: “Estos economistas fueron muy influyentes en el diseño de las políticas de desarrollo económico, y su influencia se aprecia también en las teorías contemporáneas sobre el desarrollo. Johnson considera una influencia  importante en el arreglo de países que resultó del armisticio que puso fin a la primera Guerra Mundial, y que condujo asimismo a la adopción de políticas nacionalistas inspiradas en la política económica alemana.”[8] Los economistas que destacan por sus aportaciones nacionalistas y que proponían la vía de la industrialización y la unidad nacional, por medio de políticas económicas proteccionistas para alcanzar el desarrollo económico se localizaron a Mandelbaum, Kaldor, Rosenstein-Rodan y Balogh, entre otros pensadores.[9]

A la par, las ideas de la escuela neoclásica que eran el paradigma del pensamiento económico predominante hasta antes de 1929, con la Gran Depresión se comenzaron a cuestionar. La caída catastrófica de los precios de las materias primas incidió a preguntarse sobre los modos de industrialización, por una parte, se observaron las políticas soviéticas con el éxito de los planes quinquenales y la ocupación plena para alcanzar el desarrollo. Por otra, en Estados Unidos, el presidente Roosevelt contribuyó a expandir el New Deal como política económica encaminada a lograr la activación del consumo y la inversión por medio de medidas intervencionistas. El modelo conceptual en el que se basó dicha propuesta fue elaborada por el economista John Maynard Keynes en su obra de 1936, La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, que vino a culminar con la crítica a la ortodoxia neoclásica liberal.[10]

La propuesta central de la teoría de Keynes se refiere a que el capitalismo adolece de una insuficiente demanda efectiva que limita la inversión y el nivel de ocupación; para lo cual con una efectiva política estatal que interviniera en asuntos como la política monetaria se lograría una expansión, así como inversiones estatales en obras públicas; con ello se conseguiría una redistribución del ingreso más equitativa y se nivelarían las desigualdades sociales que afectaban al consumo en general.

Todas estas ideas de nacionalismo e intervencionismo llegaron a México con atributos generales, mas no teóricos, sobre el desarrollo económico. Los economistas contemporáneos estaban concientes que estableciendo una planeación económica existiría la posibilidad de alcanzar el desarrollo por la vía de la industrialización, así en el país se adoptó la economía mixta, que invertía en el bienestar social e industrial podría alcanzar niveles de crecimiento económico, a la par de los países emergentes como Unión Soviética, Alemania e Italia. Los factores ideológicos fueron garantes para la aplicación de las políticas económicas con el apoyo de las masas.

4.1 El manejo de la política económica y las expectativas de Tannenbaum

El análisis de las condiciones económicas realizadas por Frank Tannenbaum se basó en los cálculos del Censo industrial de 1940. A partir de ello prevé que en México la mayoría de la población laboraba en el sector agrícola (69%) y el gobierno mexicano se había dado a la tarea de fomentar el sector industrial (12%). El problema que verifica con este manejo de la política económica fue que si las exportaciones se pagaban con las importaciones de bienes semimanufacturados y duraderos, entonces ¿Podría México desarrollar sus industrias no sólo para satisfacer las necesidades internas sino, también, para una creciente exportación? Considera que muy difícilmente se podría desarrollar una industria endógena que nivelara la cuenta corriente y sus expectativas sobre la industrialización son más desoladoras hasta caer en el pesimismo, dice: “En 1935, los Estados Unidos absorbían el 62% de las exportaciones de México; en 1942, se alcanzó la cifra del 91.3%. El comercio con el resto del mundo había desaparecido prácticamente, y todavía en marzo de 1946 las Americas recibían el 97% de todos los embarques mexicanos hacia el exterior, de los cuales los Estados Unidos tomaron el 80.4%.”[11] Después de la Segunda Guerra Mundial, las devaluaciones del peso elevaron las tasas arancelarias para los productos industriales que no podían competir con los precios del mercado mundial; además de que el comercio exterior estaba supeditado a la economía estadounidense.

Tannenbaum analiza a los tres sectores estratégicos de la industria mexicana: minerales, petróleo y productos manufacturados, que eran los rubros más fuentes del comercio exterior y concluye que sólo los dos primeros sectores eran competitivos, porque las manufacturas a pesar de su crecimiento no presentaban rasgos para ser competitivos con los mercados internacionales, destaca: “Ahora, como nunca antes, México depende de los Estados Unidos como salida para sus productos. Pero con el petróleo no disponible para exportación en el inmediato futuro, y con artículos manufacturados que no son susceptibles de encontrar una colocación amplia en los Estados Unidos o en otros mercados. México queda reducido de nuevo a sus productos tradicionales: los de origen mineral.”[12] En cuanto al sistema de transporte de carga que el país requería para satisfacer las condiciones de industrialización, Tannenabum se muestra escéptico afirmando: “Incluso aunque todos los ferrocarriles actuales se reacondicionen de modo perfecto. México necesitaría aún construir una considerable cantidad de vías nuevas para movilizar sus recursos potenciales, satisfacer las necesidades de extensas zonas del país, y permitir el desarrollo de una economía integrada.”[13]

Posteriormente analiza la energía, la recién conformada Comisión Federal de Electricidad (1937) encargada de las instalaciones de hidroeléctricas y no ve una integración del mercado interno que pudiesen satisfacer las demandas de la industria, en lo concerniente a energéticos. El principal obstáculo visible para Tannenbaum con respecto a la industrialización de México es la insuficiencia de energía fácilmente utilizable. El caso del carbón estaba situado a gran distancia de los centros manufactureros y tal como se extraía no era económicamente adaptable a las necesidades de las plantas industriales. La mayor parte de las industrias, minas, plantas textiles y uno de los ferrocarriles principales dependían de la electricidad como fuente de energía, y las hidroeléctricas se situaba lejos de estos centros, por ello concluye:

Del examen precedente puede deducirse con claridad que el desarrollo industrial de México, estimado ahora por la política gubernamental y por la inversión extranjera, requiere, si ha de satisfacer las esperanzas de quienes actualmente conducen el país, un desarrollo muy considerable en energía hidroeléctrica, producción de petróleo y transporte de gas natural. De hecho esta inversión preliminar es de tal magnitud, que el capital suministrado por el Gobierno y por el extranjero que se destina a las plantas industriales es de importancia relativamente pequeña.[14]

A pesar de las condiciones desfavorables en los aspectos energéticos y de transporte necesarios para engrandecer a la industrialización planeada por la política económica durante la década de 1940. Tannenbaum anuncia otro principal obstáculo para el desarrollo: la inflación. Si bien la creciente actividad industrial se debió por el impacto de la Guerra Mundial, el excedente fue invertido en obra pública, financiando a las empresas gubernamentales y directamente a Gobierno. Es por ello que la inflación no pudo contenerse porque se continuaba estimulando a la industria, y concluye que: “En un país donde el nivel de vida es tan bajo como en México, existe un límite a la cantidad posible o deseable de ahorros forzados para la industrialización.”[15] Por lo que la vía tomada para el desarrollo económico era errática y debía de modificarse.

Para situar en un marco contextual las generalizaciones del balance económico de Tannenbaum podemos agregar que la política económica que siguió el gobierno mexicano a partir de 1940 fue la sustitución de importaciones, la cual pretendía generar encadenamientos productivos mediante la importación de maquinaria y equipo, en un primer tiempo; se generaría un déficit aceptable en las cuentas externas ya que los bienes de capital contienen mayor valor agregado en su producción. En un segundo tiempo, ya con los bienes de capital instalados en el aparato productivo nacional se comenzaría a producir para el mercado interno (generando su expansión) y el remanente de esta producción se destinaría al mercado externo; con un mercado interno desarrollado y con un Estado promotor de las inversiones se generarían precios competitivos al interior del país y hacia el exterior mediante un tipo de cambio fuerte. Todo esto al mediano plazo diversificaría las exportaciones y equilibraría las cuentas externas. La lógica económica del momento era que la sustitución de importaciones era un método bienvenido, atractivo y sobre todo generador de la industrialización que se pensaba en estos tiempos posrevolucionarios como la panacea del desarrollo. Si bien, en la época no existía una teoría específica del modelo de sustitución de importaciones, en la práctica se llevo a cabo mediante el acelerado incremento de las importaciones, que abastecía al país de mercancías básicas pero también de maquinaria e insumos necesarios para la industrialización. Se tomó a las importaciones como un elemento demasiado importante de política económica, ya que fomentó la protección de la industria nacional y evitó la competencia externa.[16]

Los esfuerzos que necesitaron cubrir para el sostenimiento de la industrialización nacional fueron la elevación de los aranceles y proteger al mercado interno de los artículos que antes importaba, esto significó el aumento de los costos de vida de la población en general. Además que ello incitaba al monopolio, por una lado, y privaba de los beneficios de la modernidad a los sectores rurales, por otro. En este sentido Tannenbaum predice que: “…la combinación entre los obreros, los industriales y el Gobierno para elevar el arancel, con propósito de estimular la industria, está impidiendo el desarrollo del mercado nacional, que, en circunstancias, sólo puede crearse sobre la base de costos bajos, producción eficiente y en gran escala, y distribución amplia, a precios bajos.”[17] Por lo cual la distribución del ingreso estaba rezagada porque una pequeña capa de la población que podía gozar de los beneficios de la industrialización lo hacía a costos muy elevados.

Mientras que la incorporación a este modelo de los campesinos y la población agrícola era casi nula: “pero la industria no está dirigida hacia la masa de consumidores habientes de la áreas rurales. No existe un mercado rural importante, y la industria actual no puede crearlo, en parte porque la pobreza de suelo y las viejas tradiciones agrícolas impiden cualquier rápido cambio.”[18] Para lo cual era necesario, en la posición de Tannenbaum incrementar la tasa de acumulación de manera urgente; porque a su parecer el país se estaba haciendo cada vez más pobre. El análisis refiere a una contemplación de la economía que prevé la distribución equitativa de los ingresos para el grueso de la sociedad como en Estados Unidos, enfatiza:

El papel de la industria en una nación predominantemente agrícola es materialmente diferente del de un país donde la mayor parte de la población es industrial, donde los recursos son amplios, y las economías internas pueden contribuir a elevar los salarios mediante una productividad incrementada por obreros…. Pero en un país donde del 60 al 70% de la población vive de los ingresos de una agricultura primitiva; donde la industria se halla pobremente equipada; donde los recursos industriales son inadecuados, y donde el capital es insuficiente, pocas perspectivas existen de un rápido crecimiento en la eficiencia industrial o en una productividad mayor.[19]

En los hechos, Tannenabum tenía razón en suponer que se optaba mal por una política económica en beneficio de una pequeña parte de la población que se favorecía con los proyectos industriales. La industrialización sustitutiva de importaciones encontró diversas problemáticas, tales como una infraestructura caduca, la falta de capital instalado, la carencia de inversiones, y sobre todo de un programa industrial definido; por lo que, se crearon diversos organismos que hicieron elevar la inversión pública en un 29% de 1940 a 123% en 1954. La inflación no se pudo contener y el tipo de cambio del peso con respecto al dólar llegó de 1946 y 1947 a 4.85 pesos por dólar, en 1948 llegó a 5.74, en 1949 fue de 8.01 pesos por dólar, para que finalmente en 1950, se estableciera la paridad en 8.65 pesos por dólar con el tipo de cambio fijo. Al final de la turbulencia, la depreciación del peso mexicano fue de un 56% de su valor.[20]

Después de la devaluación, Los discursos pronunciados por el presidente Alemán defendían las políticas aplicadas en vista de que ‘la industria nacional no pudo importar maquinaria y equipo a precios bajos’, Alemán argumentaba que de no haber devaluado la moneda, el crédito se hubiera restringido y por consiguiente, se hubieran suspendido muchas obras públicas, que para esta época eran el motor de la economía y la fuente primaria creadora de empleos en el país. Es más, el Presidente pidió que no se exagerara el significado de la devaluación, ya que la cotización internacional de una moneda ni expresaba la riqueza del país ni el bienestar de sus habitantes.[21]

La política económica que se estableció en México desde la posrevolución fue proteccionista a tal grado que: “El Gobierno centralizado ha asumido la tarea de dirigir la mayor parte de la economía de la nación. El Presidente se ha convertido en el árbitro de las actividades económicas del pueblo…La idea de economía dirigida ha ido apoderándose cada vez más del Gobierno, mientras que el carácter de la maquinaria política sólo ha cambiado muy poco en comparación con las nuevas responsabilidades administrativas.”[22] Si bien Tannenbaum no estaba de acuerdo con la formación de una economía cerrada, su principal crítica trasciende hacia el nivel del Ejecutivo al distinguir que: “El Gobierno de México es el Presidente. No hay otro modo de expresarlo.”[23] La centralización del poder en manos del Ejecutivo trajo consigo la dirección de la economía nacional con base en lineamientos erráticos ya que se estaba apoyando a un sector empresarial dependiente.

La apreciación histórica de la realidad concreta en específico, se distinguía la crítica a la promulgación de la Ley de Atribuciones del Ejecutivo (1950) la cual tendió a regular la intervención del Estado en materia económica y facultó al Ejecutivo para dictaminar los precios máximos al mayoreo y menudeo, la regulación de una buena parte de la actividad económica nacional, con base al argumento que sería una medida transitoria en lo que terminaba la guerra de Corea.[24] Sin embargo, lo que dista decir es un afianciamiento de las tendencias de intervencionismo y proteccionismo insertas desde décadas pasadas.

4.1.1 La filosofía de las cosas pequeñas

La década de los cuarenta, en general, está marcada por un período de modernización, existió una expansión económica, una urbanización, proletarizacion e  industrialización; y sobre todo se creo una visión y una cultura sobre el concepto de lo moderno, es decir, la sociedad mexicana comenzó a reapreciar las oportunidades de adquisición material dadas por el capitalismo. Todos estos cambios fueron manifiestos de manera clara en el sexenio de Miguel Alemán, aunque durante la administración de Ávila Camacho se comenzó ha observar la importancia que tenía en las familias mexicanas los aparatos electrodomésticos, las escuelas privadas, la cultura cinematográfica, las páginas de sociales en las revistas y periódicos; este fenómeno sólo se verificó en las capas medias o altas de la sociedad y en el sector urbano. En el campo, la realidad cotidiana estaba todavía mucho más ligada a las tradiciones; esto es lo que marca la dicotomía en la sociedad mexicana: por un lado, la creciente modernidad y el desarrollo económico en las ciudades, y por el otro, el atraso, las tradiciones ancestrales en el campo.

Frank Tannenbaum observaba que la dicotomía entre el mundo moderno y mundo primitivo, entre el mundo urbano y mundo rural, como una constante en la historia mexicana: “Para los mexicanos el primordial problema incubado por la Revolución es el de cómo eludir el dilema de una nación dividida entre los que viven en un mundo moderno y los que viven en un mundo primitivo.”[25]

La política industrial de la época en que escribió Tannenbaum la tenemos que entender a partir de dos momentos históricos, durante la segunda Guerra Mundial y en el período de posguerra. Al iniciar la guerra se marca el inicio de una oleada de inversión dirigida hacia la industria, esta inversión fue posible por la ampliación de los mercados externos ya que se pudieron colocar las mercancías mexicanas en diferentes países. Después de finalizada la guerra, la inversión perdió dinamismo porque se incrementó la competencia externa y por el cierre de los mercados externos, llegando a su punto más bajo en 1947 y 1948 durante la crisis. A pesar de este ciclo económico, la industria cobró gran amplitud y diversificación de las empresas. El Estado mexicano propició la implementación, en la política económica, del modelo de crecimiento basado en la sustitución de importaciones, que se orientaba hacia el mercado interno, al finalizar la segunda Guerra Mundial el rumbo de la política económica viró hacia el proteccionismo. Lo anterior fue producto de la amplia participación del Estado en asuntos económicos. Uno de estos asuntos fue el control y manejo de los precios y salarios, en el caso de los precios, la política ha seguir fue la de contener los precios de los productos básicos, los restantes productos se incrementaron de manera exponencial, provocando un descenso en el nivel de vida de la población y más en específico de los campesinos. Porque el Estado mexicano siguió invirtiendo en infraestructura para generar las condiciones de modernización industrial, urbana y orientada hacia el mercado interno; esta capitalización fue debido a las exportaciones de productos básicos. Asimismo, las ganancias resultantes de la producción agrícola se destinaron a financiar el aparato industrial, generando una descapitalización del sector agrícola.

Frente a esta realidad Frank Tannenbaum va ha descalificar la política económica empleada que promovía la industrialización para desplázala por una que apoyara a la agrícola, porque ahí era donde se localizaba la mayoría de la población. En consecuencia rescataba un desarrollo que fuera sustentable con las condiciones naturales de las comunidades y ahí partir para fortalecer los núcleos productivos desde las regiones:

Nada se consigue destruyendo la comunidad rural mexicana. Es la cosa mejor que México posee; allí está su fortaleza y su resistencia. La Revolución probó hasta la saciedad dicho aserto. Lo que México necesita es enriquecer sus comunidades locales para lograr una producción agrícola cada vez más amplia, y aumentar la variedad y calidad de los bienes producidos por las artesanías locales, en cantidad suficiente para las necesidades domésticas, y, además, para la exportación. México necesita realmente una filosofía de cosas pequeñas. La escuela rural mexicana fue eso en sus principios, y sobre tales cimientos deben continuar levantándose las nuevas estructuras. [26]

Para virar al desarrollo económico por la vía agrarista, Tannenbaum propone como ejemplo que en vez de hacer una gran presa hidroeléctrica se invierta en pequeñas presas que sirvan para garantizar suministros a las pequeñas localidades y ahí desarrollar piscicultura. Desarrollar motores de combustión interna de petróleo y molinos de viento para impulsar el crecimiento agroindustrial, la hidroponía y técnicas de abonos, cultivos frutales y apicultura, entre otras medidas que acarreen el fomento a las regiones. En ese sentido, la actividad gubernamental se trasladaría en beneficio de la población y cubriría sus necesidades inmediatas de desarrollo económico. A diferencia de solventar un crecimiento económico industrial que por ende no se sostenía por la volatilidad del comercio exterior.

Cabe enfatizar que el crecimiento económico es una medida cuantitativa, describe la expansión de la fuerza de trabajo, del capital, del volumen del comercio, y del consumo; mientras que el desarrollo económico describe los determinantes subyacentes del crecimiento económico como por ejemplo: los cambios en las actitudes y las instituciones. El desarrollo económico exige cambios en las técnicas de producción, en las actitudes sociales y en las instituciones; estos cambios pueden originar el crecimiento económico y dependen de la política económica que se rija en un Estado.[27]

Frank Tannenbaum va concebir el crecimiento económico producto de su desarrollo agrícola y con ello la industria mexicana se debiera relegar a un segundo plano. Considera que una vez que se halla robustecido el campo –por medio de tecnología o métodos agroindustriales– entonces en México se alcanzaría un pleno desarrollo económico:

Si se procediera juiciosamente, la industria mexicana sería aceptada como suplemento de la economía agrícola, y el acento descansaría sobre la energía maravillosa y la capacidad cohesiva de la comunidad rural. Se usaría la colectividad del campo en su plena extensión, vigorizándola con la técnica y la destreza de la ciencia moderna en su aplicación a pequeños sectores. México, estoy convencido, puede alcanzar su desarrollo cultural y económico más pleno sólo adaptando una política consustancial a su verdadero genio: el robustecimiento de la comunidad local.[28]

En este asunto sobre la caracterización y formulación de la tesis sobre la filosofía de las cosas pequeñas como alternativa para un cambio sustancial en la forma de organización y distribución de la sociedad, la crítica desautoriza completamente la posición. Pablo González considera que es una conclusión ‘bucólica y extravagante’ y que “ignora los elementos integrantes de la realidad.”[29] Manuel Germán Parra piensa que con la aplicación de este plan de desarrollo sería como un retroceso histórico: “Esta filosofía significa tres cosas para México: una, que retroceda a una época muy anterior de nuestra evolución histórica; otra, que se condene a vivir para siempre en la miseria, la insalubridad y en la ignorancia, y última y más importante, que se convierta en una colonia agrícola de una metrópoli industrial.”[30]

Bajo la reflexión de Manuel Germán Parra podemos discernir en la idea generalizada que la industrialización proporciona una idea de modernidad y progreso la cual dista de la situación agraria que se asocia con la pobreza e insalubridad. Lo moderno indica innovación, ruptura con el pasado y vanguardia, no sólo porque está en constante renovación, sino porque a su vez nos revela indicios de lo que conforma a lo actual; en este sentido hay una ambivalencia entre los que creen que el capitalismo como una destrucción creadora y se manifiesta a través del desarrollo: socio-económico y humano, y los que creen que la idea de progreso nos conduce a una resolución finita y acabada.[31]

Retomando a Germán Parra su característica de industrialización alude a igualarla con el progreso y la urbanización, como principios dominantes en el desarrollo de las naciones:

La recomendación que nos hace Tannenbaum que hagamos de un país rural, representaría una regresión histórica, porque, tal como hemos visto, la evolución económica del mundo indica que ninguna nación agrícola puede desarrollarse si no se trasforma en industrial, y la industrialización no puede efectuarse sino arrancando del campo a la población creciente y concentrándola en las ciudades. Progresar es industrializarse, industrializarse es urbanizarse, e industrializarse y urbanizarse implican –perdón por los términos– desagriculurizarse y desruralizarse. Porque la evolución económica del mundo enseña que sólo las naciones que se industrializan llegan a ser ricas, sanas y cultas.[32]

Haciendo alarde de la civilización industrial como símbolo de modernidad, lo equipara a la conformación de las ciudades con todos los beneficios que incluye el desarrollo capitalista, en contraposición con lo primitivo de lo rural: la barbarie, irracional e indeseable. Esta dicotomía es el paradigma en el cual se estableció el principio dominante desde mediados del siglo XX y representa claramente las bases del pensamiento, no sólo económico, sino en todo el horizonte cultural de la época y proyectó las expectativas para alcanzar el progreso. Si bien el fin no justifica los medios, entonces observemos cuáles eran las propuestas de cada uno de los hacedores de política y acerquémonos a los intelectuales para ver cómo conforman esa idea de nación industrial que tanto anhelaban, es interesante entender cada posición para tener más claros los conceptos e irlos perfilando en su horizonte cultural en el cual se inserta de igual forma Tannenabum, en este mismo lineamiento atestiguó: “El agudizado contraste en dimensión es reforzado por el contraste en carácter. La ciudad es moderna; el campo primitivo. La ciudad está al día; el campo se halla atrasado en miles de años. La ciudad tiene radios, automóviles, luz eléctrica, música, ópera, finas construcciones y calles pavimentadas, se habla el español, el francés, el inglés, el alemán. El campo no tiene nada, carece de luz, de caminos, de edificios, carece de todo; frecuentemente no se conoce ni el idioma español.”[33]

Manuel Mesa dentro de la misma tónica de pensamiento industrialista le parece una atrocidad retomar la artesanía de las comunidades rurales: “la industrialización no puede sustentarse en una base parroquial, en miles de pequeñas comunidades… al contrario, el progreso exige transformar de modo radical la técnica y aumentar la productividad del trabajo en todos sus aspectos.”  Sin embargo creo que no conocía la teoría de la transición del taller a la industria donde se observan los principales planteamientos para las innovaciones, tecnológicas, comerciales, administrativas y el germen del desarrollo. A Manuel Mesa le parece una aberración solventar al país con artesanía, es más propone eliminarla conforme se vaya desarrollando la industrialización, enfatiza: “Claro esta que esto dará como resultado que se vaya perdiendo el encanto del folklore mexicano, esas industrias típicas que producen artefactos que tienen el aliño y cuidado del trabajo manual pero nadie puede objetar que desaparezcan todas las formas retrasadas de producción: que en lugar de primorosos cacharros de barro, existan fábricas modernas de loza que aprovechen las mejores arcillas, etc…”[34] Manuel Mesa está consolidado en la postura de atraer la tecnología e implantarla en México para de ahí industrializar y abandonar los métodos ‘rudimentarios’ y artesanales con la idea de  progresar, Sobre la filosofía de las cosas pequeñas, agrega:

Todo es cuestión de saber encontrar los caminos más viables y aprovechar mejor las condiciones naturales y económicas; pero no por los errores que se han cometido y puedan seguirse cometiendo hemos de renunciar a nuestra industrialización y adoptar la ‘filosofía de las cosas pequeñas’ Resultaría una indudable ventaja, contra lo que piensa Tannenbaum, inundar a nuestras pequeñas localidades con los productos de nuestra propia industria, aunque al principio sean deficientes, pues si las cosas que necesitamos han de seguir haciéndose en cada pueblo con las propias manos de sus habitantes, manteniendo sus propias técnicas, no venceremos en la lucha por la libertad y por el pan que Hidalgo inició en 1810.[35]

La independencia económica es otro rasgo distintivo del emblema por la industrialización como lo iremos desarrollando a largo del capítulo. No obstante Manuel Mesa no previó la dependencia económica y social por uso de transferencia tecnológica.

Por su parte Daniel Cosío Villegas apoya a Tannenabum en la idea que en México difícilmente podría ser un país industrialmente grande, pero aunque lo sea medianamente era el camino adecuado. Sustenta sobre la filosofía de lo pequeño una negación rotunda porque argumenta: “De la misma manera, en el fondo de la pretensión de ser grande económicamente, está la decisión de dejar de ser pobre, y, de nuevo, los más severos jueces convendrán en que su deseo tiene toda la justificación imaginable, porque el mexicano es pobre, muy pobre, y lleva de serlo mucho, muchísimo tiempo… ¡desde que lo echaron al mundo!”[36] La necesidad del bienestar material para Cosío Villegas está emparejada con el progreso industrial y esta penuria sólo se superaría en las ciudades modernas, las cuales garanticen todos los servicios: “Enteramente de acuerdo, entusiastamente de acuerdo en que lo mayor y lo mejor que tiene México es su comunidad rural; pero justamente para conservarla y mejorarla, será necesario que se distingue parcialmente yendo a dar a la urbe, pues el suelo en que ahora vive, apenas puede sustentarla.”[37] Sin lugar a dudas comparten el mismo pesimismo.

4.1.2. La catástrofe alimentaria

Frank Tannenbaum predice que en México se está desarrollando con un gran desgaste de la tierra y promueve que se tenga una política de forestación para no acabar con los recursos naturales. Advierte sobre los peligros de sobrepoblación y las consecuencias de ello serán una erosión del suelo incapaz de hacer frente a la hambruna, así que tanto el crecimiento poblacional como la rápida expansión de los centros urbanos es para Tannenbaum un problema inmediato e urgente: “El efectivo peligro de la sobrepoblación, que muchos economistas mexicanos se niegan a reconocer, es un subproducto de las fuerzas movilizadas para elevar el nivel de vida del pueblo mexicano…La población incrementada, a su vez, está acelerando la amenaza de un destino aparentemente inevitable, derivando del agotamiento cada vez más rápido del suelo. Tal es el dilema del México contemporáneo.”[38]

Parecería tener referencias sobre el calentamiento global acaecido a principios de este siglo. Al igual que en la década 1940, los niveles del rendimiento agrícola son muy bajos y aunado con la erosión el problema se vuelve cada vez más grave afectando a las generaciones venideras. Tannenbaum consideraba que la agricultura nacional se estimaba constante pero con las sequías, los granizos y las heladas provocan –junto con las atrasadas técnicas de producción– no se produzca a la par con el crecimiento poblacional. Otro rasgo importante que advierte es el desplazamiento de productos de primera necesidad por las exportaciones: “Los productos vegetales de exportación han tendido a ensancharse a expensas de los productos alimenticios. Esta tendencia fue acentuada por la Guerra Mundial II. Pero lo que debe subrayarse es la aparente tendencia, a la larga, de la producción agrícola mexicana a permanecer estable, mientras que la población va creciendo.”[39] Esto es, evidentemente el problema más grave, ya que si un país no tiene una autosuficiencia alimentaria se condena al fracaso y a la pobreza. Si bien Tannenbaum anticipaba “La pobreza es un impedimento que obstaculiza cualquier tentativa de industrializar a México.”[40] El camino del agrarismo solventaba una solución para hacer frente al problema de alimentación, la desigualdad social, hambre y pobreza.

Tannenabum estaba imbuido por la lectura de William Vogt Kaeser (1902-1962) quien fue un científico interesado en las cuestiones ecológicas, el crecimiento de la población y el agotamiento de los recursos naturales. El ensayo que causó mayor impacto y difusión fue El camino a la supervivencia creado en 1948, en el se desarrolla la relación entre el suministro de alimentos y la población mundial. Su labor como ecologista consistió en difundir el impacto de la escasez de recursos si se continuaba la sobrepoblación a escala internacional, desde su labor política como dirigente de la Unión Panamerica para que los Estados del Continente realizaran estrategias para la preservación de los recursos naturales renovables y su conservación como patrimonio mundial en los suelos y agua para evitar la erosión, contaminación, extinción y deforestación como principales retos del hombre para su supervivencia.

Cuando Manuel Germán Parra analiza la obra de Tannenabum, no sólo lo califica de maltusiano, sino que se inserta en esta discusión sobre los problemas demográficos de manera optimista, distingue que cuando se comienza a dar la revolución industrial la población tienen mejor nivel de vida y por lo tanto vive más “En la primera etapa, cuando una nación es agraria, las dos tasas, la de natalidad y la de mortalidad, son casi igualmente altas y por eso la población parece estable, es decir, en realidad crece muy lentamente. En la segunda etapa, cuando el país se está industrializando, la tasa de natalidad sigue igualmente alta, pero la mortalidad empieza a descender con mucha rapidez, y entonces la población crece a gran velocidad.”[41] Sin embargo, el mismo reconoce: “La verdad es que todavía en 1950 éramos uno de los pueblos peor alimentados del mundo, al grado de que ni siquiera habíamos llegado no digamos al nivel óptimo, ni al nivel medio, pero ni al nivel mínimo de los requerimientos nutritivos prescritos por la ciencia de la nutrición.”[42] Con base en el estudio que realizó para la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, observó los niveles históricos de México al grado de concluir que la población subió 2.8 millones de habitantes más, casi un 13%. La producción de alimentos se elevó de 8.3 a 10.4 millones de toneladas, casi un 25%. Comparando los dos factores resulta que la producción alimenticia aumentó el doble que la población. Entonces, por qué la población no estaba bien alimentada. La malnutrición es uno de los problemas más graves que en materia de sanidad, los casos más frecuentes son los de malnutrición por carencia de proteínas y calorías, es lo que corrientemente se le llama desnutrición.

Si bien la teoría de sobrepoblación del economista inglés Thomas Malthus (1766-1834) ha sido muy criticada porque enfatizaba que los índices de crecimiento y la oferta de alimentos dependían de la calidad de tierra disponible –habla de afortunados y desafortunados–. En su estudio múltiplemente citado Ensayo sobre el principio de la población (1798) concebía que para detener la sobrepoblación humana existían “los frenos positivos” que eran de dos tipos: miseria y vicio. Malthus incluía los trabajos forzados, los riegos excesivos; la desnutrición, la mala alimentación y otros factores relacionados con la pobreza, todos los cuales tenderían a acortar las esperanzas de vida. También se incluían las enfermedades, las epidemias, las hambrunas, las plagas, la insalubridad y los excesos de cualquier especie.[43] Sobre la interpretación de la teoría de Malthus se desprende un concepto clave que es el de escasez, la cual quisiera acentuar, porque: “la escasez es relativa a la tendencia de los seres humanos de reproducirse más allá de los medios disponibles para su sostenimiento.”[44]  En general podemos agregar que el hambre es un problema general que afecta a todos los países que no han impulsado una reforma económica agroalimentaria y ello conduce a un aumento en la vulnerabilidad, intensifica las carencias de todo tipo y los recursos necesarios para la autosuficiencia de los productos de primera necesidad. [45]

En las teorías contemporáneas se ha utilizado el concepto de privación relativa para analizar a la pobreza. Si bien, el ser pobre tiene que ver con tener privaciones y, es natural que el concepto de privación sea relativo, es un término que contiene nociones distintivas y diversas; una tiene que ver con el contraste entre sentimientos de privación y las condiciones de esta.[46] La pobreza y la desigualdad se relacionan estrechamente pero si bien son conceptos que se diferencian con claridad se deben analizar los casos particulares donde la insuficiencia y la seguridad alimentaria son propiciadas tanto por problemas en la propiedad de la tierra como con la relación poblacional. Una hambruna, por ejemplo, se considerará de inmediato como un caso de pobreza aguda, sin importar cuál sea el patrón relativo dentro de la sociedad. Observar el problema de la muerte por inanición y el hambre en el centro del concepto de pobreza, nos remite a otro tipo de enfoque, que es el de la privación absoluta.

Para concebir algunos matices de diversos problemas generales que enfocarían a desligar los lineamientos de la tesis principal del autor en cuestión. Podemos afirmar que Frank Tannenbaum indicaba una sociedad maltusiana porque algunas de las condiciones para el progreso económico de México era una fractura a nivel de consumo y eso indicaba costes sociales por encima de los niveles de desarrollo económico. Por una parte, muestra estadísticas que afirman que el 80% de población no podía acceder a los bienes manufacturados y su capacidad de consumo industrial era exigua. La disyuntiva no sólo radica de la maquinaria raquítica con exención de impuestos y subsidiada, sino que esta forma de industrialización se debió a la extracción del campo mexicano por la poca reinversión que originó el no optar por el agrarismo.


[1] Dentro del Plan Sexenal queda expresado el intervencionismo estatal en cuatro campos fundamentales: el agrario, el industrial, el sindical y el educativo, nos menciona: “Según el Plan Sexenal la nueva política económica se basaría en un intervencionismo estatal que regulase las relaciones que se dan en el proceso económico entre los diferentes factores, pero respetando la presencia y la acción de los mismos.” Tzvin Medin, Ideología y Praxis política de Lázaro Cárdenas, México, Siglo XXI, 1973, pág. 47.
[2] Vid. “Primer Plan Sexenal 1934-1940”, en: Secretaría de Programación y Presupuesto, Antología de la planeación en México (1917-1985), México, FCE, 1985, pp. 187-227, cursivas propias.
[3] Idem., pág. 190.
[4] De 1939-1942 el PIB real es de 5.5%; de 1942-1945, 5%; de 1945-1949, 4.3% y de 1950-1951, 8.8%, Enrique Cárdenas, La hacienda pública y la política económica, 1929-1958, México, FCE, El Colegio de México, 1994, pp. 93 y 147.
[5] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-1994, México, FCE., 1994, pág. 127.
[6] Vid. José Ayala Espino, Estado y desarrollo. La formación de la economía mixta mexicana. (1920-1982), México, Secretaría de Energía, Minas e Industrial paraestatal, FCE, UNAM, 1988. Cypher, James, H. Estado y capital en México. Política de desarrollo desde 1940, México, Siglo XXI, 1992. Cfr. Loyola (coord.), Entre la Guerra y la estabilidad política, El México de los  40,  México, Grijalbo, CNCA, 1990.
[7] Karl Polanyi, La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, FCE, (1944), 2003, pág. 49.
[8] Leopoldo Solís, “La política económica y el nacionalismo mexicano” en: Lecturas políticas mexicanas, El Colegio de México, Centro de Estudios Internacionales, 1977, pág. 56.
[9] Idem. Apud, Harry Johnson, “The Ideology of Economic Policy in the New States” en: Economic Nationalism in Old and New States, The University of Chicago Press, 1967, pp. 124-142.
[10] John Maynard Keynes, Teoría general de la ocupación el interés y el dinero, 4 ed, correg. México, FCE, (1936) 2003.
[11] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 115.
[12]  Idem., pág. 117.
[13] Idem.,  pág. 119.
[14] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 122.
[15] Idem., pág. 122.
[16] Martha Beatriz Guerrero Mills, Bases Jurídicas de la industrialización de México, 1940-1952, Tesis para obtener el grado de licenciatura en Historia, UNAM, México, 2001.
[17] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pp. 123-125.
[18] Idem., pág. 125.
[19] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 125.
[20] Ayala Espino, op. cit., pág. 274.
[21] Blanca Torres, “Hacia la utopía industrial” en: Historia de la Revolución Mexicana, Tomo 21, El Colegio de México, 1984,  pág., 124.
[22] Tannenbaum, La lucha…, op. cit. pág. 58.
[23] Idem., pág 51.
[24] Para ver las mercancías que fueron de control, se recomienda ver el decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 4 de enero de 1951 la Ley sobre atribuciones del Ejecutivo Federal en materia económica, y exposición de motivos en: Diario de Debates, 21 de diciembre de 1950.
[25] Tannenbaum, La lucha… op. cit., p. 99.
[26] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 132.
[27] Existen básicamente tres teorías del desarrollo económico: 1) Las que conciben a la par del crecimiento económico denominada el desarrollo como crecimiento; es la posición impulsada por Keynes en su teoría del crecimiento, 2) La posición que se percibe como un Estado; dominada subdesarrollo como etapa; define al desarrollo como lo antagónico e incorpora el desarrollo como crecimiento, 3) Los que enfocan en el campo de desarrollo un proceso de cambio estructural de tipo global o mundial. Este último enfoque es impulsado por la CEPAL, sobre la posición de centro y periferia, y metodológicamente se tiene un sentido valorativo o ideológico a priori sobre lo que debe de ser. Vid. “Concepto de desarrollo y subdesarrollo” en: Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, México, Siglo XXI, 1970.
[28] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 133.
[29] Pablo González Casanova, “Un libro más o menos” en: PIAM, Op.cit., pág. 169.
[30] Manuel Germán Parra, “México: La lucha por la independencia económica” en: PIAM, op. cit., pág. 280.
[31]  Sobre la discusión teórica del cronotropo de modernidad y posmodernidad, se observa a Carlo Augusto Viano, “Los paradigmas de la modernidad” en: Nicolás Casullo (coomp.) El debate modernidad –posmodernidad, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1993, y a Marsall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, La experiencia de la modernidad, México, Siglo XXI, 1989.
[32] Manuel Germán Parra, Op.cit., pág., 281.
[33] Tannenbaum, La paz por la revolución, Op.cit., pág. 143.
[34] Manuel Mesa A., “Lo malo de un buen libro” en: PIAM, Op.cit., pág. 213.
[35] Idem., pág. 213.
[36]  Daniel Cosío Villegas, “El México de Tannenbaum” en: PIAM, Op.cit, pág. 161.
[37] Idem., pág. 161.
[38] Tannenbaum, La lucha… op. cit., pág. 102.
[39] Idem., pág. 103.
[40] Idem., pág. 100.
[41] Manuel Germán Parra, “México: La lucha por la independencia económica” en: PIAM, op. cit., pág. 267.
[42] Idem., pág. 278.
[43] Thomas Malthus, Ensayo sobre el principio de población, FCE, 1951, pp.7-24, con omisiones.
[44] Luis A. Serrón, Escasez, explotación y pobreza: teoría, investigación histórica específica y crítica, México, UNAM, 1980, pág. 32.
[45] Josué de Castro nos presenta el panorama de esta forma, dice: “Cuando se examina más atentamente el mapa del hambre se descubre que coincide casi perfectamente con el mapa del subdesarrollo. En efecto, el hambre, la miseria, la ignorancia, las enfermedades masivas, la desocupación, no son sino diferentes facetas de un mismo mal: el Subdesarrollo; y si se estudia el mapa del hambre se advierte que se parece curiosamente al mapa de la colonización.” Josué de Castro, El hambre, problema universal, Buenos Aires, La Pleyade, 1969,  pág. 29-30.
[46] Para observar sobre los conceptos ver: Amartya K. Sen. Sobre Conceptos y medidas de Pobreza, en:
http://www.eumed.net/cursecon/economistas/textos/sen-medida%20de%20la%20pobreza.htm#_ftn35

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